Hola, señores:
Ya que Pedro ha rescatado este post para meter un poco más de caña a Barberán con frases lindas del tipo \"es una de esas voces que pasan desapercibidas por no tener nada en especial, ni un timbre bonito y demás\" o de exquisita delicadeza, como \"Cuando Barberán dobla a Keanu Reeves, el personaje se ve falto de carisma, muy plano, de ahí que pase desapercibido\" (cosa que me parece estupenda, porque Pedro no se muerde la lengua y a ver p'a qué querríamos si no el foro), me he animado a añadir algo más en defensa del que es, a mi parecer, y como ya he apuntado antes, uno de los actores más convincentes del panorama actual.
Cuando un futuro actor empieza a sentir que el gusanillo del doblaje le corre por la tripa y comienza a hacer el gilipollas en casa (porque eso es lo que hace) delante de un micrófono, con o sin amiguetes que compartan su nueva vocación, se desliza por un proceso de curiosa y subjetiva percepción del oficio. Voy a intentar explicar esto con claridad. A los ajenos a la profesión les sonará a chino, aunque es posible que también lo consideren algo interesante. A los iniciados quizá les resulte familiar:
Al futuro e imaginario actor voy a llamarlo Pico, ¿de acuerdo? Éste es el proceso subjetivo por el que transita:
1º/ Pico hace el indio en casa poniendo voces. Intenta imitar lo que oye, pero, aunque él no se da cuenta, en absoluto está imitando. Está deformando la interpretación que ha oído y la está llevando a su terreno. Cuando uno se inicia en la interpretación, lo primero que le sale es ese tonillo cutre de teatro de instituto que todos hemos llevado dentro. Es un tonillo tan patético como estándar. Todos los adolescentes tienen ese tono, es innato. Todas las funciones de teatro de chavales de catorce años suenan igual, pero esto no es malo, esto es lo que es porque no son profesionales, porque no han dedicado tiempo y esfuerzo a corregirlo, ¿de acuerdo? Lo que Pico intenta, por tanto, es alejarse del tono estándar, ¿y qué hace?: engolar la voz. ¿Qué ocurre entonces?: que la voz no suena creíble y, además, le salen gallos.
2º/ Pico se apunta a una escuela de doblaje. Le dicen, con buen criterio: “No engoles la voz. Utiliza un tono natural, un tono cómodo.” Pero Pico no quiere hacer esas cosas. Pico quiere sonar como el protagonista de la tele y, como no le sale, adopta una postura tramposa que, a la larga, sólo va a ralentizar su formación: el aire, el puto aire. Empieza a decirlo todo soltando más aire que un ventilador. No se le entiende una leche, pero Pico sigue soltando aire. ¿Por qué? Porque ha reconocido esa trampa en la tele y ha decidido utilizarla. Enseguida reconoce otra trampa: la sensualidad. Ante la imposibilidad de pronunciar determinadas frases con cierta convicción, tira por la calle de en medio y lo maquilla todo con esa sensualidad de puta barata con que se ha topado en la tele. Y lo mismo dice “Te amo” que “Me cago en tus muelas”. Lo dice todo igual y, por supuesto, con mucho aire.
3º/ Pico pasa un par de años en la escuela y resuelve que es el momento de patear la calle y visitar estudios. Le hacen su primera prueba, y el director le dice: “Sin aire, machote. Hazlo igual pero sin aire.” Pico lo dice sin aire, pero no resulta como él había imaginado. Tampoco le sirve la sensualidad de mal actor que ha copiado del cine. ¿Qué sucede entonces? Que la prueba acaba siendo una mierda y que Pico se deprime y se esconde en su casa.
Esto tampoco es malo. Se aprende mil veces más de una prueba mala que de una buena (si por buena entendemos aquélla de la que hemos salido satisfechos.) La próxima vez, Pico lo pensará muy bien antes de acceder a que otro director lo pruebe. Y decide, además, ponerse las pilas. El trabajo en la escuela sólo ha sido una toma de contacto con el oficio. Ahora queda echar horas de práctica en casa, horas de lectura, de mejorar la dicción, de encontrar una forma sincera de decir un texto.
(sigue)
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