Pues yo, definitivamente, ya la he visto (cosas de salir con una potterófila). Y fijáos en lo poco que me acuerdo del libro que ni recuerdo quién puñetas son los gaunt y por qué debería preocuparme.
Sorprende la habilidad de los directores de esta saga para parir películas pasables de ver y olvidar. Van 6 de 6 con un 6 (sería demoníaco si no fuera porque el número de la Bestia es el 616). Me jode no poder hablar de la calidad de la adaptación al no recordar el libro, pero aún así hay cosas que se notan mutiladas. Empezando, como ya pasó en la quinta película, con el elemento del título. El Misterio del Príncipe es sólo el Apunte del Príncipe. Digamos que la película se llama como el propietario de un libro que Harry usa para hacer un par de pociones estupendamente al principio de la película y fin. Podrían haberla llamado HARRY POTTER Y LOS HUEVOS DE LA CENA y sería igual. El profesor Slughorn, por su parte, queda un poco relegado a la categoría de personaje cuya función en la historia no queda clara. Lo que no significa que Jim Broadbent no sea el mejor "nuevo fichaje" de la saga después de Brannagh.
En los días anteriores al estreno he acabado hasta la coronilla de oír y leer en todas partes términos como "adolescentes", "comedia romántica", "amoríos", "novios" en referencia a la película. Pero ahora comprendo que es que no utilizarlas sería callar sobre el 90% de la película. Esto es un carrusel de hormonas, calentones y hasta chistes sexuales, que la verdad, se agradece, para compensar la gravedad que ha ido aquiriendo la saga con los años. Ah, y siendo un poco cruel, alguien debería decirle a la carapan que hace de Lavender Brown que hay otras formas de demostrar que tu personaje está interesada en un chico más allá de moverte, tocarte el pelo y suspirar como si estuvieras en mitad de un orgasmo perpetuo.
Esta es, con mucho, la Potterada con mayor balance de payasadas por minuto. Cada dos por tres, un chiste, un golpe o un comentario sesuarrrrrrrr (ay, Chiquito). Inenarrable la secuencia con Harry colgado de crack (mágico), hiperactivo, deprimido y hablando como un yonki, todo a la vez. Pero entre tantas payasadas hay momentos realmente divertidos (aunque los otros también dan risa), todos protagonizados por Luna Lovegood, la alumna de Hogwarts a la que sin duda pediría antes que a ninguna otra que fuese conmigo al baile de Navidad. La escena con el disfraz de leon es absolutamente descacharrante.
Pasando a cosas más serias, la escena que debería ser más impactante, la de la muerte de Dumbledore (venga, todos lo sabemos ya), resulta sorprendentemente fría, seguramente porque monstrarla desde el punto de vista de Harry, con un montón de vigas por en medio, es un error. Es mucho más emotiva la solemne escena posterior, con todo el mundo velando apesadumbrado el cadáver del director (el funeral no lo han incluido). Una escena comparable en amargura y desolación al funeral de Padme. Dicho sea de paso, la película tiene un serio problema de cambio abrupto de tono cuando queda menos de una hora para terminar, con lo cual, el recuerdo de las payasadas anteriores resulta hasta frívolo y fuera de lugar.
Entretenida, quizá un poco larga, seguramente olvidable. Es ya el patrón de la crítica Potter. Un 6. Cameos de Gollum incluidos.