Cada viernes tengo por costumbre, desde hace mucho, tirarme en el sofá por la tarde y ponerme una película que no he visto antes. La semana pasada fue HARRY EL SUCIO, por ejemplo, la anterior, AQUÍ UN AMIGO... Otras fueron POSESIÓN INFERNAL, THIS IS SPINAL TAP o LA CENA DE LOS IDIOTAS. Pero hoy me he visto obligado a aprovechar ese hueco para ver una película que ya había visto antes y que, peor aún, aborrezco. Todo por un trabajo para la facultad sobre cine, violencia y comunicación. El caso es que aunque la odio, sabía que ASESINOS NATOS me venía de perlas, y que por eso tendría que volver a verla. ¿Me resultaría mejor que la vez anterior?
No, es una mierda. Dos horas de tortura visual, de epilepsia, de ralentís a destiempo, de filtros aleatorios, de cortes a hachazos, de imágenes de archivo al tuntún, de... de... de basura. Oliver Stone se metió en la sala de montaje y allí se encontró con que el Premiere venía equipado con filtros de todos los colores, efectos predeterminados a puñados y sacos de samplers de audio, y como si en su vida hubiese entrado en una cabina de montaje, alucinó tanto con todas estas virguerías que decidió que debía meterlo TODO en su película (sólo se le quedó fuera la cortinilla de estrella de Homer). No, esto no pasó de verdad, pero es fácil imaginarlo. No entiendo de otra forma por qué coño las imágenes pasan de blanco y negro a color, y luego a sólo verde, y luego a textura granulada, y luego a rojo, y luego a ralentí porrero, y luego suena Leonard Cohen y luego Mussgorsky, y todo en dos minutos. En esos dos minutos ha habido como doscientos cortes. Y en esos dos minutos a lo mejor no ha pasado nada que requiere algo más complejo que una maldita cámara quieta sobre un trípode, como la escena del indio. Mickey abre la puerta de la cabaña del indio y pregunta si quiere tabaco a cambio de un poco de gasolina. Es la escena más apropiada para ponerlo todo a cámara lenta, meter un efecto de eco a las voces y hacer que todo parezca la alucinación de un colgado del éxtasis, por supuesto. Ah, aún recuerdo como en KILL BILL Tarantino escogía un estilo visual para cada episodio, dejándonos paladear las peculiaridades de cada uno durante veinte minutos más o menos. Pero a Oliver Stone todo esto se la trae floja. Naaaah, cada puto segundo un estilo. ¿Quién quiere hacer que el espectado vea cómodamente una película cuando podemos hacer que caiga al suelo escupiendo espuma?
Lo de los actores merece un párrafo aparte. Las interpretaciones más histriónicas de la Historia del Cine están agrupadas en estos 120 minutos de suplicio. Woody Harrelson jamás debió salir del Cheers. Juliette Lewis, una chica que me gusta bastante, pide a gritos un tranquilizante para elefantes cada diez minutos. Robert Downey Jr está desatado, pero desatado del todo, pasando de periodista a Rambo rabioso en unos segundos. Y por encima de absolutamente todos está Tommy Lee Jones, quien con sus gritos, su cara roja, su bigotillo, sus salivazos y sus aspavientos está tan pasadísimo de rosca que yo le mando de cabeza al pódium de las interpretaciones más sobreactuadas habidas y por haber, junto a Jim Carrey en ACE VENTURA 2 y Hannah Montana. El único que cumple con creces es Tom Sizemore, cabrón y miserable como Scagnetti (¿le recordáis? Le nombraban en RESERVOIR DOGS y ya ahí se comentaba que era un hijo de su madre...). Y tal vez Rodney Dangerfield, que sin mucho esfuerzo es capaz de dejar de ser el cómico que siempre ha sido para convertirse en una bestia, un monstruo baboso y libidinoso que se tira a su hija y se regodea en ello.
Lo más divertido de todo es que pocas veces me he echado a la cara una película tan pretenciosa. Resulta que durante unos minutos pasamos a presenciar la miserable vida que llevaba Mallory en la casa de sus padres como si de una telecomedia se tratase, con sus risas enlatadas y todo. Pues bien, al momento Oliver Stone manda todo al cuerno y mete en su teleserie sus ralentís, sus planos en blanco y negro y sus cortes esquizofrénicos, para que no se nos olvide ni por un segundo lo rompedora que es sus propuesta. Pero eso sí, que las risas enlatadas que no cesen. Bravo, Oliver Stone. Y todo eso sin contar con los burdos y descarados guiños a LA NARANJA MECÁNICA. Oliver Stone tiene la santa cara de meternos por el gaznate la convicción de que estamos ante la sucesora natural de una de las películas más reputadas y endiosadas del mundo.
Me va a costar hacer el trabajo sobre la película. Más que nada porque Stone pasa por alto la perfecta oportunidad de hacer una crítica a la mediatización sin escrúpulos de los asesinos en serie. No es que no haya crítica alguna en la película, que la hay, pero el caso es que hay tantísimas paladas de pirotecnia encima, tantos sacos de esquizofrenia visual, que la crítica parece lo de menos, nos da igual, vaya. El Oliver Stone que dirigió esta cosa no era el tipo listo que hizo JFK, el Oliver Stone que dirigió esta cosa es el que sale en TORRENTE 3 ciego como una cuba.
Joder, qué a gusto me he quedado. Tal vez mañana comente las pocas cosas que sí me gustan de la película.
_________________ Miguel RosellóSi te interesa remotamente leerme hablar de canciones Disney, ésta es la cuenta de instagram a seguir.
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