Hace ya unos días que nos despedimos de nuestra querida y admirada Elsa Fábregas. Nuestra "Dame" Elsa Fábregas, como solía yo llamarla.
Sabía que algún día tendría que escribir al respecto, tal y como he hecho con otros actores tristemente desaparecidos. Los que me conocen saben que no suelo prodigarme mucho en el foro. Siempre creí que escribiría un texto inacabable de unas cuantas páginas, loando su talento sin igual.
Pero no voy a hacerlo.
Camilo García ya lo ha hecho con sus magníficas palabras al principio de este recordatorio. En el funeral, Camilo –muy emocionado- nos leyó su texto publicado aquí, consiguiendo, si cabe, emocionarnos aún más a los que nos reunimos allí para despedirnos de nuestra admirada Elsa.
Sirvan pues, sus palabras, para despedir a nuestra querida Elsa Fábregas Munill. La más grande. La Voz.
A partir de ahora, deberemos de conformarnos con sus actuaciones y sus recuerdos. Especialmente, aquellos que tuvimos la fortuna de conocerla personalmente, aunque solo haya sido –como en mi caso- esporádicamente y en la etapa final de su vida.
La conocí hace diecisiete años, con motivo de una participación suya en algunos episodios de una comedia dirigida y realizada por Esteve Durán. La serie de televisión se llamó “Avui per Demí †y se realizó en los estudios de Televisió de Catalunya. Ni que decir tiene, que cuando oí su voz a mis espaldas, puesto que yo todavía desconocía su participación en la serie, me temblaron las piernas como si de un quinceañero frente a su primer beso se tratara. Y así, en sus idas y venidas para entrevistas y tertulias, a lo largo de todos estos años, tuve la oportunidad de iniciar una modesta relación con ella, que me ha dejado buenos recuerdos y anécdotas de aquellos tiempos del mundo del doblaje de antaño.
Recuerdo su emoción cuando en una ocasión le pregunté por Victoria Udaeta, la voz del joven Mickey Rooney y Sabú. Me habló de su primera actuación con ella y la impresión que le produjo, y me obsequió con una impagable imitación de Victoria “entrando†en el papel de Mickey Rooney frente al atril. Inenarrable.
La última vez que la vi, fue hace algo más de un año, con motivo de una intervención suya en una tertulia televisiva, junto a Teodor Garriga y la actriz Montserrat Salvador, entre otros. Cuando acabó su intervención y salió del plató, me divisó al fondo de un pasillo y viniendo hacia a mí, en compañía de Montserrat Salvador, creo que musitó algo así como “Aaah… Ahí está mi admirador Nº 2†(Su admirador Nº 1 es un conocido –y valiente- crítico de cine, buen amigo suyo) y, acto seguido, me dedicó espontáneamente una de sus actuaciones más famosas. Ella iba con un brazo en cabestrillo debido a una reciente fractura y su voz estaba algo debilitada. Pero fue maravilloso volver a oírla interpretar, transcurridos tantos años, aquella maravillosa declaración de principios que inmortalizó la bellísima Vivian Leigh a través de la voz de Elsa, en la película que todos conocemos.
Yo nunca me hubiera atrevido a pedirle una cosa así, claro está. Pero imagino que muchos de sus fans se lo demandaban. Sinceramente, con esta actuación privada -únicamente para mí- consiguió ruborizarme hasta el nivel de un auténtico pimiento morrón… Estuvimos hablando de nuestras cosas durante un buen rato y se despidió de mí, dándome dos sendos besos, como si de un sobrino suyo se tratara. Y me volví a ruborizar por segunda vez.
Quedamos en volvernos a ver, fuera del medio televisivo, para hablar largo y tendido de aquellas injustamente olvidadas voces del pasado. Desgraciadamente, este último encuentro no pudo tener lugar. En el tintero se quedarán ya mis preguntas sobre Elia Romero, Santiago Rivero, un tal Segundo Vallespín y tantos otros.
Con la desaparición de Elsa Fábregas no solo hemos perdido a la más grande intérprete femenina de voz, sino que también se nos ha cerrado para siempre un magnífico libro de recuerdos.
Gracias, Elsa, por habernos brindado su excepcional talento.
Grí cies, Elsa, per haver-nos brindat el seu excepcional talent.
Descanse en paz.
Elsa Fábregas Munill (1921-2008)
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