Son varios los problemas que presenta el doblaje. En primer lugar, al doblar a actores que están moviendo los labios para decir palabras en un idioma determinado, es notable que las palabras dobladas no se corresponden con el movimiento labial que originalmente ha realizado el actor para decir una palabra. En segundo lugar, la versión original es el producto del director en su máximo esplendor, sin ningún cambio extraño ni ninguna manipulación. En tercer lugar, es obligado decir que se pierden acentos y matices de la voz. Acentos como puede ser el tejano de Tommy Lee Jones en “No country for Old men”, el cubano de Tony Montana, o el acento del sur de Italia en una película italiana. Matices como los extraordinarios matices de Marlon Brando, actor que está dotado de un virtuosismo difícilmente alcanzable, si esos matices pudieran ser igualados o perfectamente copiados, estaríamos hablando de que su doblador es el mejor actor del Planeta Tierra. Al fin y al cabo, el actor original ha llevado a cabo un largo trabajo de modulación de la voz, ha repetido muchas escenas en diversas ocasiones durante el rodaje, en las que tras varios intentos ha podido encontrar el matiz adecuado. El doblador no ha tenido que realizar ese arduo trabajo. En cuarto lugar, están los timbres de las voces. Es cierto que en España hay varios dobladores con voces espectaculares, tal es el caso de Ramón Langa, Constantino Romero, Salvador Vidal o Nuria Mediavilla, entre otros. Sin embargo también se da la circunstancia de que un mismo doblador suele doblar a varios actores, lo cual resulta un crimen artístico. Cada actor original tiene una voz ÚNICA, personal e irrepetible, y forma parte de su propio patrimonio.
Hay muchos actores y actrices que desarrollan sus personajes a través de su irrepetible voz, tal es el caso de Sean Connery con su voz grave y elegante, de Al Pacino, con su voz ronca y rota, de Humphrey Bogart con su voz rota y nasal, de Morgan Freeman con su voz de hombre negro y pausada, o de Audrey Hepburn, con su voz dulce y sofisticada. De la misma manera que no comprenderíamos un doblaje a José Isbert, Fernando Fernán Gómez o Gracita Morales, muchos estadounidenses probablemente no entiendan que se doble a Gregory Peck, muchos franceses no entiendan que se doble a Gerard Depardieu, o muchos italianos no entiendan que se doble a Marcello Mastroianni. Cierto es que los subtítulos exigen ser leídos, lo cual incomoda a bastantes personas. Es cierto que se necesita práctica para poder ver una película subtitulada y perderse lo menos posible de la visualización. Pero para la gente que lee rápido es una opción factible. Lo ideal es que se ofrezcan las dos opciones, versión original subtitulada y doblaje, y que cada cual elija según sus preferencias. No se puede ni prohibir el doblaje ni tampoco se puede ignorar la versión original, que no deja de ser el trabajo completo del director. Eso sí, de lo que no tengo ninguna duda es de que el cine puro es la versión original, y el doblaje no deja de ser un apaño, como los subtítulos, inferior en creatividad artística a la VO. Ni Tom Cruise habla un castellano perfecto con una dicción perfecta ni Cameron Diaz tiene una voz de líneas eróticas, sino que habla a gritos. De la misma manera que Jack Sparrow tiene una voz grave, y no aguda.
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