1) Mezclar a George Bush con DANIEL EL TRAVIESO es una de las mejores ideas que han salido jamás de los cerebros de los guionistas de LOS SIMPSON. Por otro lado, la mayoría de burlas hacia Nixon se hacían no por sus ideales republicanos, sino por su completa y absoluta falta de carisma. Lo cual se me hace un acierto gigantesco; a mil años luz de los horrorosos gags anti-Bush de PADRE DE FAMILIA, más propios de una pataleta infantil ("¡le odio, le odio, le odio!") que otra cosa. Y en LOS SIMPSON son lo suficientemente listos como para no dejar que su ideología se interfiera en con quién se meten y no se meten. De hecho, igual que se metían con el nulo carisma de Nixon, se metían con Kennedy y su estatus de figura carismática antes que política ("si me permite, responderé a esa pregunta con otro ingenioso comentario..."); o con la incompetencia suma de Jimmy Carter. Hoy se han vuelto más gilipollas en este sentido, y se preocupan más de dar ante todo una imagen progre-e-izquierdista-que-te-cagas que de colar pullas realmente graciosas. Pero esa es otra historia, que diría Moustache.
2) Cuidadín cuidadín con lo de medir a un actor por sus registros y sus limitaciones. Si Schwarzenegger es un mal actor por autoencasillarse en sus mínimos registros, entonces también lo es Hugh Grant, ¿no? Sólo hace lo mismo una y otra vez, con sus balbuceos, su desvergüenza, sus medias sonrisas... Ah, que no os impresiona mi ejemplo, ¿eh? Que lo aceptáis tranquilamente, ¿no? Pues bien, pondré otro ejemplo para que os desmayéis y os veáis obligados a abanicaros: Humphrey Bogart. Un actor terrible, ¿no? Miradlo al pobre, ahí encasillado en sus duros de corazón noble, en su cine negro, y fracasando miserablemente en la mayoría de sus incursiones fuera de sus registros habituales. Porque si hay alguien en SABRINA que está patético de verdad es Bogart, la verdad. Porque lo está. Exceptuando LA REINA DE ÁFRICA, donde está tremendo, sus papeles alejados de EL HALCÓN MALTÉS y demás son lamentables. Pero eso no se dice, porque Bogart es mítico, legendario, imperecedero y demás adjetivos rimbombantes que se nos ocurran (ésos que yo uso). Chuache, sin embargo, es un armario naziderechista que sólo se merece nuestro desprecio... ¡y que apenas sabe caminar!
Por supuesto, igual que creo que Arnold ha sabido moverse muy bien dentro de sus acotadísimos límites, considero a Bogart una leyenda con todas las de la ley justo por lo mismo, aunque desde luego es menos limitado que nuestro entrañable armario austríaco.
Ahí la lleváis.
