De acuerdo, DARK CITY está bastante potable, pero por lo de EL CUERVO no paso. Hasta YO ROBOT se me hace más simpática, y eso que con el libro de Asimov guarda cero semejanzas, leyes de la robótica aparte... Pero bueno, como la vida sigue, Alex Proyas queda atrás y comento lo que vi anoche. Es una de mis películas preferidas desde siempre, y la he nombrado mucho por aquí, pero creo que jamás he llegado a comentarla en profundidad: LA CARRERA DEL SIGLO.
Por todo el mundo es sabido que rindo pleitesía a Blake Edwards. Me parece un genio, el Hitchcock de la comedia. Porque, a diferencia de Billy Wilder, Edwards se pasó su carrera no escribiendo guiones implacables, sino estudiando los resortes de la comedia, diseccionándola y preguntándose siempre ¿qué es lo que hace reir? El mayor ejemplo de esto es EL GUATEQUE, la Anatomía de la Comedia por excelencia. A lo largo de su carrera, Edwards combinó la comedia con el drama (DESAYUNO CON DIAMANTES), la dotó de sofisticación (LA PANTERA ROSA), la convirtió en el fin último de la película (secuelas de LA PANTERA ROSA, algunas mejores que otras) y la usó como base para crear historias complejas (VICTOR O VICTORIA). En 1965, justo después de dirigir LA PANTERA ROSA, Edwards se planteó un homenaje a los orígenes del cine y a su humor más primitivo y sencillo: el del tartazo en la cara. Una comedia que, por definición debía ser enorme, pues debía hacer honor a la memoria de varios géneros primerizos con los medios de la época del cinemascope y la grandilocuencia cinematográfica (los 60). La idea era hacer el MAYOR homenaje al cine y a la comedia pionera. Y en especial a Laurel y Hardy. Y así salió LA CARRERA DEL SIGLO.
Una de las mejores bazas de la peli es el reparto. Tony Curtis está pretendidamente irritante como el impoluto Gran Leslie, el héroe apuesto y temerario que siempre viste de blanco, y claro, es muy divertido de exagerado. Natalie Wood es la "dama en apuros", sólo que se niega a acomodarse en esta condición. Está también muy bien, y guapísima. Pero, por supuesto, las verdaderas estrellas de la función son los malos: Jack Lemmon y Peter Falk. Jack Lemmon, reafirmándose como mi actor preferido, compone a un profesor Fate que es el paradigma del villano antediluviano al que todo sale mal: vestido de negro, con bigotillo y aviesas intenciones, provisto de estrafalarios artilugios para llevar a cabo sus planes y con una mala suerte que tira para atrás. Falk es Max, su compinche, y resulta endemoniadamente divertido, saca el máximo partido a su condición de compinche malvado y estúpido. Los dos juntos suponen lo mejor de la película, sin duda. Sus intentonas de dejar en mal lugar a Leslie o de superarle son de lo mejor, viendo como fracasan una y otra vez y sintiendo simpatía por ellos justo por eso.
Los dos grandes homenajes al cine clásico son el acto en el pueblo del Oeste (con una de las mayores peleas multitudinarias que he visto en una película) y el que parodia a EL PRISIONERO DE ZENDA y, por ende, al cine de aventuras de Errol Flynn y Douglas Fairbanks. Este, situado más allá de la mitad de la película y en un reino centroeuropeo, suele ser el que menos gusta a la gente (tal vez pueda ser un poco largo), pero yo lo disfruto igual. Sobre todo, porque culmina en la que es la mayor batalla de tartas jamás rodada en toda la Historia del Cine, el Homenaje con mayúsculas a Stan Laurel y a Oliver Hardy, y uno de los momentos más meritorios de toda la película (y Leslie recibe el tartazo que todos esperábamos). Entre medias tenemos un acto en un bloque de hielo a la deriva y mil triquiñuelas de Fate para ganar la carrera. Varias escenas concretas demuestran la mano de Edwards para la comedia física más estudiada y diseccionada, por ejemplo la de la cena de Fate y Max, completamente muda, con excepción de la Tocata y Fuga en Re Menor de Bach que suena de fondo.
Henry Mancini compone una de sus mejores bandas sonoras, una de las más ricas y variadas. Ni un solo tema se repite, cada situación y cada personaje tienen su propia identificación musical. El mejor, sin duda, es el tema de Fate. La canción de rigor compuesta por Mancini y Johnny Mercer para cada comedia de Edwards es, en este caso, "The Sweetheart Tree", muy bonita tanto en su versión con letra como sin ella.
En resumen: una película maravillosa, dos horas y media que se pueden ver sin mucha intensidad, disfrutando de las sucesivas situaciones mientras se hace otra cosa (o no, claro), en compañía de unos actores sembrados (Lemmon y Falk los mejores, lo repito las veces que haga falta) y una de las mejores y más sinceras comedias que he visto jamás. Un 10.
_________________ Miguel RosellóSi te interesa remotamente leerme hablar de canciones Disney, ésta es la cuenta de instagram a seguir.
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