Me viene al pelo porque tu anécdota me ha recordado a otra que nos pasó hace cosa de un mes y medio y que el Delseñor me ha autorizado a contar (para él es tan humillante que no la cuento sin su beneplácito).
Salimos a andar una tarde y en determinado punto, dimos una vuelta tonta y acabamos dando un rodeo para acabar en un mismo punto al que habríamos llegado más rápido siguiendo otra calle. El caso es que me quejé sobre eso, pero entonces dije que mira, casi mejor, porque estábamos pasando por delante de un estanco y así compraba tabaco.
Bien. Entonces Julio se dedicó a decir repetidamente que habíamos dado el rodeo porque ya sabía que tenia que comprar tabaco, que era adivino y que conocía todo lo que yo quería antes de que yo lo supiera y blablabla. Bien. Mi reacción ante eso fue hacer
lo que en este video, que había visto un par de días antes. En otras palabras, me pegó en la mano fuertemente con su mandibula.
Pero él no lo vió así, y tal vez mi "¿y esto, lo has visto venir?" mientras me pegaba con la mandibula le puso en la fatal creencia de que yo le había pegado. Decir a todo esto que eso fue en una calle que es todo menos tranquila (es donde cogías tú el metro al lado de casa, Miguel) y estabamos rodeados de gente. Su cara fue la definición enciclopédica de "sorpresa", seguida de "ira" y "verguenza ajena" con alzamiento de puño contenido y todo.
Me disculpé, le dije (y es verdad) que fue un acto reflejo, pero sinceramente no podía parar de reír por el estado de shock de ver lo que había hecho, y eso me fue recompensado con una soberana colleja al girar la esquina. Sigo aún esperando su venganza, que amenaza de tanto en tanto... sobretodo si le digo que es una nenaza que no sabe aguantar un golpecito de na.
