Un tema espinoso, la verdad, pero, por desgracia, bastante recurrente en nuestros días. Antes de empezar, quiero decir que soy profesor de Historia, por lo que no creo que en esta materia pueda ser acusado de ignorante (en otras muchas segurísimo que sí). Bien, es cierto que la expresión "Arriba España" se empleó durante la Guerra Civil y, sobre todo, durante el periodo 1.939/1.975, conocido con el sobrenombre de "Franquismo", por parte del bando sublevado, nacional, golpista, franquista... (aquí el léxico de la historiografía es muy rico según la corriente ideológica del manual de estudio), pero no es menos cierto que este término ya se empleaba con muuucha anterioridad al régimen dictatorial del general Franco, sin ir más lejos el mismo "Arriba España" era comúnmente utilizado por el pueblo llano que se rebeló contra la invasión napoleónica de 1.808-1.814. Este grito de exaltación patria, al igual que la bandera rojigualda, el águila de San Juan, el yugo y las flechas o el himno de la "Marcha Real", es uno de los muchos símbolos nacionales de los que la dictadura se apropió a partir de 1.939 (sobre todo durante la estancia de Ramón Serrano Súñer en el gobierno), en busca de una legitimidad histórica. ¿Por qué?, pues sencillamente porque todos los símbolos anteriormente citados eran anteriores al nuevo régimen y encarnaban entre la población la representatividad de la nación de uno u otro modo, así que la mejor forma de dotar a la dictadura de una "supuesta continuidad histórica y de destino rota de forma dramática por la corta experiencia republicana" era monopolizando el legado cultural procedente de la España Imperial, propiedad de TODOS los españoles (de los de ayer y de los de hoy), cristalizando así en lo que se dio en llamar "Movimiento Nacional". Comprendo que a los que vivieron la Guerra Civil de 1.939 (especifico porque en la belicosa España hemos tenido desgraciadamente muchos conflictos fraticidas a lo largo de la historia) o a los que sufrieron la represión posterior llevada a cabo por el régimen del general Franco (y que duró hasta el final de los días del propio dictador) pueda molestar esta expresión, pero creo que es tremendamente injusto que por ello tengamos que desterrarla del imaginario colectivo de la España democrática del Siglo XXI, al igual que el himno nacional o la bandera (adoptados por el rey Carlos III), el yugo y las flechas (pertenecientes a los escudos de armas de los Reyes Católicos), etc… ratificados libremente por el pueblo mediante la aprobación de la Constitución a través de referéndum en el año 1.978. Irónicamente, hay una cosa que siempre me ha llamado la atención sobre este uso de las expresiones y es la utilización del término “Estado Español” para referirse a España. ¿Por qué, me diréis?, muy sencillo, ése es el único término genuinamente franquista de todos los arriba citados. Cuando el general Franco pasó a liderar el golpe de Estado de 1.939 con el apoyo de la Junta de Burgos, tuvo que lidiar con el problema de qué régimen instaurar tras la guerra. ¿Una monarquía como pedían los seguidores de Don Juan y los tradicionalistas?, no, la última experiencia monárquica de Alfonso XIII y la Dictadura de Primo de Rivera fue un desastre, ¿una república conservadora como pedían los partidarios de las tesis del general Mola?, no, no se iba a derrocar a una república para instaurar otra tras el conflicto, ¿un Directorio integrado por militares como demandaban los oficiales del ejército?, era una opción plausible… pero para entonces el general Franco ya tenía la intención de concentrar todos los poderes en su persona: Jefe de Falange Española y de las J.O.N.S., Generalísimo de los Ejércitos… pero por encima de todo Jefe del Estado (el propio Franco se encargó de manipular el decreto que le nombraba “Jefe del gobierno del Estado” para remplazar este título por el anteriormente citado). Quedaba patente que la nueva dictadura de 1.939 no podía arrogarse la encarnación de la Soberanía Nacional, pues ésta únicamente reside en las instituciones democráticas con las que el pueblo español decide dotarse libremente (el caso contemporáneo más cercano era la Segunda República), y tampoco podía arrogarse la encarnación del derecho histórico y divino al gobierno de la nación (esa característica permanecía en manos de los Borbones y del exiliado monarca Alfonso XIII), por lo que ese nuevo gobierno nacido del “Movimiento Nacional” debía de ser algo nuevo, algo que no remitiese a formas de gobierno pasadas (ojo que hablo de “formas de gobierno”, no de los símbolos nacionales), es decir, el Estado Español (en línea del Estado Novo de la dictadura portuguesa de Salazar y del Estado Totalitario de la Italia fascista de Mussolini). Y a todo esto ¿cuál es la ironía del mencionado término?. Pues la ironía radica en que uno de los pocos términos de nuevo cuño que el Franquismo empleó durante décadas sigue hoy en día entre nosotros en radios, televisiones, periódicos… de la mano de políticos que, ya sea por su ideología nacionalista o de izquierda revolucionaria, desean a toda costa evitar pronunciar la palabra “España” porque según ellos… ¡¡¡eso es algo franquista!!! (la caraba, vamos). Para finalizar, diré que dejar que la bandera, el himno, la expresión “Arriba España” y demás caigan en el ostracismo sólo porque, a pesar de ser muy anteriores en el tiempo, fueron adoptados por un régimen dictatorial es conceder la victoria moral a aquellos que buscaban precisamente eso, que los símbolos nacionales de TODO EL PUEBLO ESPAÑOL fuesen identificados inmediatamente con su periodo de gobierno, como si se tratase de un legado suyo y no de una herencia histórica de incalculable valor a conservar por todos nosotros. Y animo a Sergio Ramos a gritar “¡Arriba España!” tras la conquista de una Copa del Mundo de fútbol que nos ha unido como país como ningún político la había hecho antes, al igual que yo tampoco dejaré de emplear la expresión “Voy a ser franco (sincero)…” a pesar de los chascarrillos y de los susurros que siempre genera porque, después de todo, el general Franco también decía “Buenos días” y no por ello dejamos de saludarnos con esta fórmula de cortesía ¿o no?. Lo siento por la extensión del texto, pero es que algunos comentarios me retrotraen a los momentos más bajos de mi profesión en los que no puedo dejar de pensar en esa frase que Sidney Poitier le dice a su padre en “Adivina quién viene a cenar”, en la que defiende que hasta que toda su generación no esté muerta los jóvenes no se liberarán de los prejuicios segregacionistas de sus antepasados y serán definitivamente libres. Me gustaría que así fuera en este caso, pero no, esto es España y hemos de inocular el veneno del odio y de viejas disputas en el corazón de nuestros hijos para que sean ellos los que se despedacen en el futuro en nombre de unos ideales anacrónicos que nosotros no tenemos el valor de desterrar y que como cobardes dejamos en herencia a las siguientes generaciones…
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