La llegada a Madrid de los miembros del COI (Comité Olímpico Internacional) para inspeccionar si la capital española es apta para organizar los Juegos Olímpicos de 2012 ha tenido un curioso, a mi entender, recibimiento por parte de las autoridades locales. Digo curioso por la cantidad ingente de agasajos, llevarles a estadios de fútbol, obsequios por doquier... pero leo en la Prensa a gente que opina que deberían de haberles llevado a sitios en los que de verdad se sienta la vida diaria de la ciudad, ya que dichas autoridades sólo les han llevado a donde han querido, y que vieran sólo lo que querían. Eso no me parece bien, ya que una ciudad, para organizar un acontecimiento así, es mejor que se muestre tal como es, creo yo. Pero ocurre que hay tanta ansia de organizar esos Juegos, algo que me parece lógico, pero nunca me ha gustado eso de aparentar lo que no se es para conseguir algo. Por ello nunca me ha gustado, cuando intentaba ligar en una discoteca, fingir que era médico, como me aconsejó una amiga. Nunca he sabido fingir, así que prefiero decir lo que soy en realidad, y si le gusto así a alguna chica, perfecto; si no, ya aparecerá otra. Claro que éstas apariencias llegaron a un curioso fin: en el Estadio Santiago Bernabéu no se oyó ni un solo grito racista contra Kameni, el portero camerunés del Espanyol. Y en ese momento estaban en el palco del estadio todos los miembros del COI. ¿Milagro? ¿Los aficionados del Real Madrid se han civilizado por fin? No quiero ser malpensado, pero aquello me parecía más falso que un billete de tres euros. Cualquier ciudad, ó cualquier empresa, para captar clientes hacen lo que sea para seducirlo, comercialmente hablando. Y eso hacían, en el fondo, la gente en ese estadio. Ahora vendrán las demás ciudades candidatas (Londres, París, Nueva York, Moscú...) que en el fondo quizá hagan lo mismo, pero como digo, es bien extraño ese recibimiento. Ni el Presidente de turno de los Estados Unidos ha tenido nunca una cosa parecida. Claro que como hay que vender lo bueno, sea lo que sea... Me recuerda al magistral monólogo inicial de Woody Allen en su obra maestra \"MANHATTAN\", con su \"Adoraba Nueva York\", y al hacer autocrítica de la ciudad con \"Adoraba Nueva York, aunque para él era una metáfora de la decadencia de la cultura contemporánea. Qué difícil era vivir en una ciudad insensibilizada por la droga, la música estrepitosa, la televisión, la delincuencia, la basura...\", como se daba cuenta de que le quedaba algo parecido a un sermón, y como \"tenía que vender libros\", prefirió escribir algo más amable, como \"Él era tan duro y romántico como la ciudad a la que amaba. Tras sus gafas de montura negra se agazapaba el vibrante poder sexual de un jaguar. Nueva York era su ciudad y siempre lo sería\". Esto serviría, asimismo, como metáfora de todo lo que se ha visto estos días.
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