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Ayer por la madrugada murió el periodista Eduardo Haro Tecglen, todo un profesional coherente con sus ideas progresistas, y reproduzco, por su interés, el artículo que le dedica hoy Joan Barril en la contraportada de \"EL PERIÓDICO DE CATALUNYA:

HABLAMOS de 'Triunfo' en días de muchos goles en propia puerta. Mientras los demás estamos simplemente perplejos, Eduardo Haro estaba cabreado. ¿Cómo hubiera escrito de haber vivido un día más?

A LA MANERA DE HARO

El señor Fortugno era un significado diputado italiano que la semana pasada se acercó a las urnas para votar las primarias de L'Unione, la compleja coalición de partidos que pretende desbancar a Berlusconi del poder. Fue a votar, en una mesa electoral de Calabria, y unos desconocidos --tal vez demasiado conocidos-- le pegaron unos cuantos tiros y le dejaron muerto a pie de urna. También hace años el obispo de San Salvador, monseñor Romero, fue asesinado mientras decía misa en su catedral por un escuadrón de ultraderecha que no dudó en disparar cuando estaba en el altar. La memoria, como las cerezas, me lleva a El Cairo, cuando el presidente egipcio Anuar El Sadat se encontraba presidiendo un desfile de sus tropas hasta que un camión se detuvo frente a la tribuna y los soldados descargaron sus armas contra su jefe. Otros magnicidios como el de Kennedy, el de Carrero Blanco, el de Indira Gandhi o el intento de asesinato de Juan Pablo II por Ali Agca forman parte de la misma sensación de peligro inminente que los poderosos deben de sentir cuando se encuentran en los momentos más significados de su oficio. Para llegar a ese miedo muchos de ellos tuvieron que sufrir campañas electorales o intrigas de cónclave. Vivieron como nadie la sensación de un triunfo que representaba a mucha gente, pero ante la fragilidad de sus personas, sienten una profunda soledad. No hay nadie más.
La soledad de quienes deben decidir --o a veces los malos consejeros que les rodean-- explica en muchas ocasiones lo que a los cronistas nos parece inexplicable. Los ejemplos anteriores son trágicos porque acaban mal. Pero no hace falta la muerte para que la tragedia personal aflore. ¿Qué es el poder, al fin y al cabo, sino esos cinco minutos de antelación que el poderoso tiene de ventaja sobre sus colaboradores, socios o súbditos? El poder es decidir lo que sucederá porque sólo el poderoso puede decidirlo. Así ha sido siempre en las prelaturas personales o en las mayorías absolutas. Pero cuando estamos en el parvulario de la cultura de la coalición, esa anticipación respecto a lo que va a suceder ya no es patrimonio de una única persona. Todo lo que se haga sin consenso acabará provocando efectos imprevistos. A veces del caos surge un nuevo orden. Pero cuando la gente está harta del caos lo que prefiere es regresar a sus pequeños mundos y esperar a que la tempestad de palabras amaine.
Vivíamos en la esperanza y ahora hemos regresado a ese lugar tan cómodo para la izquierda ideológicamente desarmada que es la resistencia y esperar a verlas venir. La soledad de Maragall debe de ser, en estos momentos, clamorosa. Los exégetas de la política pueden pensar en conjuras logarítmicas. Pero se equivocan. A veces las cosas son tan simples como las pasiones y los deseos de cualquiera de nosotros. ¿No queríamos dirigentes humanos? Pues el error es la esencia de la Humanidad. Estamos perplejos y un poco avergonzados. Y encima se nos ha muerto Eduardo Haro Tecglen, que era el decano de los rebeldes con causa. Ya nos quedaban pocos amigos en Madrid y la muerte se lleva sus ojos. Y nosotros, mientras tanto, ciegos y palpando.

como cada mañana cuando llega a mi casa, y por riguroso orden de llegada a desayunar, la família entera nos pasamos el país para leer las notícias de la mañana y poder comentarlas de camino a la Universidad (todos vamos; mi padre da clases, mi hermana y yo estudiamos). el martes, como es costumbre, abrí la primera el diario, por la última página. leí primero la chafardera notícia de la contraportada;pasé a la programación cruzando los dedos para que emitan una película razonable, yme dispuse a leer a Haro Tecglen. me sorprendió no verlo, y desconcertada, pasé a las notícias internacionales. ayer, también la primera, me enteré que estaba en coma. y hoy, leyendo las cartas al director de tantos lectores como yo, que disfrutaban con sus escritos dinámicos e incisivos, he decubierto que no era extraño, como hasta ahora había pensado, al abrir el diario por su columna. y debo confesar que he llorado, porque hay una carta muy bonita de un lector verdaderamente apenado, no recuerdo el nombre, alguien de madrid. y, aparte de la tristeza por la pérdida de una persona, lo que velará mañana mis ojos cuando abra la penúltima página, será saber que ya nunca más, o no como antes, volveré a leer las maravillosas visiones políticas, tanto proyectadas como recordadas, de un periodista genial.

gracias, Lacasa, por abrir un post en su recuerdo.


y aquí un extracto de la carta:
Hoy es miércoles, usted ya está en el cielo de los justos charlando con Federico, Rafael, Miguel, Manuel y Antonio. Quizás también con mi Lorenzo y mi Lola. Yo cojo un cuaderno de mi niña Alba y lloro estas letrujas, umbrío por la pena, casi bruno...

Gracias por todo, don Eduardo Haro Tecglen.- Luis Aranzana, actor. Madrid

(que me perdonen l@s del copyright...)

Gracias, Erethas.
Me pareció bien hacerlo. No le he leído mucho, pero cuando lo hacía, me parecía coherente dentro de sus ideas.
Y nada mejor que hacerlo con un artículo de otro excelente periodista, Joan Barril.
Un saludo,