Después de la muerte repentina de Francisco Rabal en el verano de 2001, de los pocos actores de su misma catadura que quedan vivos en España es Fernando Fernán Gómez.
Un tipo polifacético: actor, director, escritor... En el teatro ha estrenado varias obras, la más recordada es la llevada al cine \"Las bicicletas son para el verano\". Aquí, en una de las mejores películas del cineasta José Luis Garci, que demuestra buena mano con sus adaptaciones de la literatura española, Fernán Gómez hace toda una exhibición de su talento y su inigualable voz grave.
Acompañado de un excelente reparto que no desentona: Cayetana Guillén Cuervo, el padre de ésta última, Fernando Guillén; Agustín González... y sin olvidarnos de un gran secundario, Rafael Alonso, fallecido poco después de acabado el rodaje al sufrir cáncer terminal. Es, junto con Fernando, el que mejor está de todos. Se le concedió, a título póstumo, un Goya especial, ya que no se le podía nominar al Goya al Mejor Actor al no haber podido doblarse a sí mismo a tiempo (la Academia española exige que a un actor se le escuche con su propia voz, si hay V. O.). Garci no rodó su película con sonido directo. Le dobló el gran actor de doblaje Félix Acaso, ya retirado, que hizo un gran trabajo, acercándose muy bien a la voz aguda de Alonso.
El argumento de la película, basado en una obra de Benito Pérez Galdós, ya había sido llevado al cine en otras ocasiones, pero Garci le da una nueva mirada, entre emotiva y poética, de una manera magistral. Es la vuelta a España de Don Rodrigo de Arista y Potestad (Fernando Fernán Gómez), que vuelve de América arruinado después de varios años. Vuelve con un propósito: por una carta que le envió su hijo antes de morir se enteró de que una de sus dos nietas es ilegítima, es decir, engendrada por otro hombre. Llega a tener una disputa con su nuera, Lucía Richmond (Cayetana Guillén Cuervo), para averiguarlo, y de paso llega a llevarse mal con los habitantes del pueblo, desde el cura al alcalde.
Pese a su larga duración (para el cine, 2 horas y media; para miniserie de televisión, unas 4 horas) el interés no decae en ningún momento, con unos diálogos magistrales.
Hay varios planos-secuencia muy largos, hechos con una sola toma, en la que Garci demuestra un gran dominio. Excelente aprovechamiento de los preciosos paisajes asturianos que tanto adora el cineasta, incluyendo los acantilados que dan al Mar Cantábrico, con una fotografía adecuada para ello.
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