al final hemos terminado hablando también del 11-M. Ocho años después, me sigue costando describir aquella mañana, y supongo que a tdos los que vivimos en Madrid y hemos subido con asiduidad a esos trenes, les pasará lo mismo. Yo recuerdo levantarme sobre las nueve de la mañana, y lo primero que hice fue poner la radio, Cadena 100, para escuchar a mi idolatrado Alfonso Arús. Aquel día me había escaqueado de mis prácticas del carné de conducir (me tocaba a las ocho de la mañana, el primer turno) y hasta las diez no tenía pensado irme a la URJC. Cuando puse la radio no escuché ni a Arús, ni a José Miguel Cruz, ni a mi amor platónico Mónica Palenzuela, en su lugar estaban dando un parte informativo sobre un atentado. Salí de la habitación y puse la tele, y sentí miedo. La segunda reacción que tuve fue la de querer ir lo más cerca posible para donar sangre. Desperté nervioso a mi hermana, sin saber explicarle lo que había pasado. Realmente, no lo sabía. Sólo había escuchado que habían explotado unas bombas en unos trenes de Atocha. A los diez minutos, mi padre apareció en casa con mi madre. Ella trabajaba aquella mañana (es empleada de hogar), y tuvo que llamar a mi padre para que fuese a recogerla porque su tren se quedó en Villaverde
- Pero dónde vas a ir, si no hay manera de ir a ningún sitio! Si he tardado más de una hora en ir a por tu madre a Villaverde!
Y delante de la tele estuvimos toda la mañana, viendo las imágenes. Supongo que más de uno recordará la imagen de un chico sentado en el suelo, con la cara cubierta de sangre. Es una de esas imágenes que a uno le gustaría borrar de su cabeza. Pasadas dos horas, encendí el ordenador y me fui a "respirar" un poco a mi habitación. Cuando puse el Messenger y vi a mis amigos, lloré. Mi universidad, la URJC de Móstoles, organizó al día siguiente una convocatoria silenciosa como homenaje junto al rectorado. Las clases se cancelaron hasta el lunes y fui a la convocatoria silenciosa del viernes. Lo primero que hice fue abrazar a mis amigos, y fue uno de esos días en los que te das cuenta de lo mucho que los quieres, y de lo que representan para ti. Incluso estaba un pelín enfadado con una amiga... y desapareció el mosqueo en cuanto la vi y le di un beso. Y volví a llorar. El mejor recuerdo que tengo es el estar luego con ellos tomando algo, recuperando nuestras vidas y riéndonos de nuestras tonterías, de las anécdotas aprendiendo a conducir, de nuestras meteduras de pata en los laboratorios de la URJC (que éramos algo así como lo de Breaking Bad en la primera temporada, cuando "cocinan" en la caravana)... Y después de eso, cierto miedo a subir en el tren, a subir en el metro... Toda la gente agarraba su mochila, su bolso, su bolsa de deporte... Si veías una en lo alto, ibas tenso. Recuerdo un momento absurdo en el metrosur, pero demuestra el miedo que teníamos. A una señora se le cayó el paraguas, y al hacerlo, la parte más dura golpeó el suelo... ¡¡Plaaaf!! El bote que dio (y di) medio vagón del susto fue impresionante... Y todo lo que vino después no fue nada más que política. Unos diciendo que fue ETA, otros diciendo que no, unos con historias de conspiraciones...
De vez en cuando paso por Atocha. Soy muy señorito (o eso dice mi padre), y un par de meses después de aquello, me saqué el carné de conducir, y por lo que vale el transporte público, hace años y años que dejé de sacarme el Abono Transporte, así que si tengo que subir a Madrid, voy con el coche. Y de vez en cuando paso Atocha, veo de pasada el monumento y recuerdas un poco todo aquello. Y siempre lo recuerdas con pena, y es una pena que tendremos ahí, sobretodo los madrileños, como he dicho, porque hemos ido en esos trenes, hemos pasado mil veces por esas zonas, pero el tiempo también va curando la herida... aunque reconozco que se me ha vuelto a escapar más de una lágrima mientras lo escribía ahora...
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