Partiendo de la (evidente) base de que por encima de todo lo que busca es un buen resultado final, cuando se decide por un@ u otr@ actor/actriz de doblaje qué prima más? Que el timbre del actor/actriz original sea parecido al del actor/actriz de doblaje o que la voz de estos últimos se adecue a la personalidad del personaje? He dicho 'personalidad' pero no sé si sería correcto este término; me refería a que esa voz 'le quede bien' aunque sus timbres no tengan nada que ver.
Y partamos también de un supuesto idílico (supongo que a veces difícil de conseguir): a) hay total disponibilidad de actores/actrices b) no hay ninguna imposición por parte de nadie
Vamos, que el director puede contar con los mejores profesionales y llamar a quien quiera sin tener presión alguna.
Me pasó por ejemplo con la plícula J. EDGAR. El personaje de Clyde Tolson interpretado por Armie Hammer tiene la voz de Oriol Rafel. Al escucharlo no me cuadró nada esa voz tan grave con un personaje tan joven como el que interpreta en la primera parte. Me sonaba mucho mejor la voz de Hernán Fernández, a quien dobló en LA RED SOCIAL. Pero, oh sorpresa, si escuchas la voz original de Armie (25 primaveras que tiene el chaval) descubres que no, que su voz es grave. Quizás no tanto como la de Rafel, pero grave.
Es curioso ver cómo hay asociaciones que quedan cojonudas (dos ejemplos típicos, Bruce Willis/Ramón Langa, Morgan Freeman/Pepe Mediavilla), que es muy difícil imaginarse con otra voz y sin embargo sus timbres no se parecen en nada. Pero quedan bien tanto doblados (cómo no le van a ir bien esas voces!) como en inglés (más que nada porque son las suyas).
Supongo que la situación perfecta sería, por ejemplo, la asociación James Stewart/Fernando Ulloa: timbres parecidos y encima la voz de este último le queda como un guante al primero.
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