Todavía pienso en la primera vez que te escuché. Todavía pienso en ese poderío, ese sentimiento, esa emoción, que denotaban tus palabras. Todavía pienso en esa pasión con la que relatabas tus pasajes de la historia. Y, sobre todo, todavía pienso en esa dulzura y bondad que convertiste, indudablemente, en un sello personal.
¿Cuántos años tendría yo? ¿Cuatro? ¿Cinco? Sí, creo que cumplía cinco años ese mismo junio. Entonces eras parte de “Turno de noche” y tu voz resonaba en mi vieja radio comprada en el “todo a cien”. Mi padre estaba a mi lado y la oscuridad de la madrugada había inundado toda la casa. De repente, empezaste a hablar. Y como a muchos otros, me atrapaste.
Qué noches más inolvidables me hiciste pasar. Tú y tus colaboradores, siempre hablando de esos temas que nadie quiere tocar pero que todos se mueren por comentar. Y, cuando pensaba que no podías superarte, llegó “La rosa de los vientos”, el mejor programa radiofónico que ha podido existir.
Todo lo que pueda seguir diciendo se queda vacío y sin sentido. Solo puedo hacerte este pequeño homenaje. Te fuiste, y eso no puede arreglarse. Ahora, solo me queda decir, mi querido Cebri:
Fuerza y honor. Descansa en paz, Juan Antonio Cebrián. Tres añitos ya sin ti, que se han hecho demasiado largos. Eras un gran locutor pero, lo más importante de todo, una grandísima persona.
Siempre te echaré de menos.
_________________ 
|