Extra, extra, Jason Reitman vuelve a hacer buenas películas.
Mi película favorita de Reitman es también la última que me gustó, porque después de Young Adult se marcó una cursilada indigesta (la de Kate Winslet y Josh Brolin) y un ñordo espectacular (el vídeo educativo sobre los peligros de internet y los ordenadores). Pero Tully sea quizá incluso mejor que Young Adult, confirmaré volviendo a verla. Es difícil contar en una película la verdadera cara de una sección de la vida sin caer en histrionismos. La nueva comedia romántica indie es tan insoportable en su continuo agitar los brazos, su EH, EH, MIRA, ESTO ES LA VIDA TAL Y COMO ES y su tratar de transmitirlo con muchos fucks en cada página del guion que ha creado su propio mundo alternativo, tan poco representativo como el de la comedia romántica convencional de Julia Roberts o Hugh Grant (al menos el modelo antiguo no trataba de hacerse pasar por lo que no es). Tully podría haber caído en ese territorio, y la presencia de Mark Duplass es suficiente para hacer saltar todas las alarmas, pero el caso es que está demasiado bien escrita para hacerlo. En el personaje de Charlize Theron se aglutinan complejos de la mediana edad y suficiente cansancio como para elegir perder la batalla ante ellos, todo tan real como un dolor de muelas, pero sin que Cody o Reitman den la impresión de estar menos interesados en este amasijo humano que en que tú admires lo interesados que están en este amasijo humano. Imaginan a una protagonista que alberga emociones oscuras que no son las que todos decimos a las madres que debe sentir, pero ni la hacen verbalizarlas ni te obligan a formarte un juicio de valor sobre ella. Es una forma de explicar lo que ocurre a continuación, y lo que ocurre al final.
Charlize Theron no verbaliza las ideas porque, repito, la película está muy bien escrita. Cuando a la media hora de película se menciona casualmente el nombre del bebé, eres consciente de que hasta entonces no lo has percibido más que como 'esa cosa que llora', detalle de guion que te hace ponerte en la piel de Theron más que cualquier explicación a gritos a la cámara. Y sería fácil caer en estas mierdas de taller de guion de tercera, porque el objetivo aquí es diseccionar la maternidad, y realmente hoy se perdona (y premia) el pésimo cine si sus intenciones son las adecuadas. Tully no sólo disecciona la maternidad y sus claroscuros, sino que es hábil en su forma de hacerlo y respetuosa con el espectador que quiere algo más que moralejas que ya conoce.
Charlize Theron está perfecta, con la mirada más vacía que se recuerda en el cine reciente, y como en Young Adult, creo que su trabajo recibiría muchos premios en un mundo ideal. Su trabajo en aquélla era más sutil, pero hay un mundo entre la honesta transformación física que muestra en Tully y la sobreactuada maniobra de cara a la galería de Monster. La Tully en cuestión, Mackenzie Davis, está en la nota perfecta. Interpreta a Tully como el duende que es, el que aparece para hacer realidad todos tus sueños y se marcha cuando su misión ha concluido. El aura mágica que crean alrededor del personaje tanto Davis como la cámara de Reitman son el fruto del perfecto entendimiento del material, y por eso el final se sostiene. No es, como yo esperaba, una versión razonablemente cotidiana de Rebecca DeMornay en La Mano que Mece la Cuna, sino una versión razonablemente cotidiana de Mary Poppins. Al lado de estas dos es un poco desconcertante el desinterés en el personaje del marido de Theron, que por supuesto ni necesita ni debe ser tan complejo como ellas porque no es su historia, pero que con sus dos brochazos estereotipados queda un poco fuera de lugar en un relato tan matizado. Al menos esto también acaba por contribuir a la lógica interna de la historia, y admito que no veo cómo podría haber funcionado de otra manera.
Pues eso, que me ha gustado mucho. Y no dura ni hora cuarenta.
_________________ Miguel RosellóSi te interesa remotamente leerme hablar de canciones Disney, ésta es la cuenta de instagram a seguir.
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