Acaba siendo verdad que las desgracias jamás vienen solas. Después de lo de Chema Lara, ahora quien nos deja no necesita presentación (y que estuvo en activo hasta casi ahora mismo, aún le recuerdo su doblaje a Hal Holbrook hace unos meses en "Lincoln"). Jugó en la liga de los más grandes, en la liga de los Felipe Peña, Elsa Fábregas, Sansalvador, Rosa Guiñón, Cano, Rogelio y Constantino, y recitar todos los míticos personajes que ha puesto voz ocuparía varias horas. Todos los conocemos y hemos disfrutado con ellos, desde los cinéfilos con los geniales Jack Lemmon, Peter Ustinov o Max von Sydow hasta las nuevas generaciones con Ian Holm y Christopher Lee en sendas sagas fantásticas. Y entre medias, mil y un personajes de toda condición: héroes, villanos, amables, retorcidos, cómicos, dramáticos, emocionantes... Te podía hacer desde un abuelete simpático y parlanchín hasta un auténtico malvado, y siempre lo bordaba, con una ductilidad en la voz impresionante. Entre tantos trabajos en cine y televisión, voy a quedarme con uno que no es su más conocido o más recordado, pero para mí tiene un significado especial y personal: el personaje del alto cargo eclesiástico de "La misión", interpretado por el irlandés Ray McAnally, con el que empezaba y acababa la película. Seguro que lo recordáis: al comienzo, mirada a cámara y voz apagada y concisa de Joaquín, dictando una carta para el Papa. El último plano, con la voz de nuevo de Joaquín:
Así pues, Vuestra Santidad, los jesuitas han muerto y yo sigo vivo. Pero en verdad, soy yo quien ha muerto y ellos son los que viven. Porque como ocurre siempre, el espíritu de los muertos sobrevive en la memoria de los vivos.
RIP y mis condolencias a familiares y amigos
