Querido Eduard:
Soy un admirador incondicional de tu madre, tanto de su voz como de su rostro. De su gran talento. Lamento muchísimo su enfermedad. Me da muchísima pena. Y es que la vida puede ser a veces tremendamente injusta y cruel. Precisamente hace un par de meses le dediqué un artículo, que nunca publiqué. Te lo traslado aquí, porque creo que se lo merece. Te pido disculpas si hay algún error, pero es que no siempre es fácil dar con la información correcta. No menciono a Marlene Dietrich, porque desconozco en qué película/s le dobló. También tengo una entrevista de ella del año 1947, con foto incluida. He intentado pegarla aquí, pero no me deja.
Esto es lo que escribí.
"GIMÉNEZ, CAROLINA
La actriz catalana Carolina Giménez no sólo poseía un rostro bello y con personalidad, sino que tenía una preciosa voz, que por desgracia, como tantas otras veces, no fue lo suficientemente explotada.
Fue descubierta por Rafael Navarro cuando en 1947 buscaba a una sustituta para Josefina de Luna, quien acababa de rescindir su contrato para marcharse a Fono España. Y Carolina triunfó a los pocos meses de llegar al doblaje, una profesión que ella desconocía por completo. Pero su calidad sobre los escenarios no pasó desapercibida a los ojos de Navarro, quien tras unas pocas secundarias, pronto le confiaría sus primeros papeles de envergadura. Se trataba de la Lizabeth Scott de “Callejón sin salida” (1947), la Ann Sheridan de “La pasión ciega” (1947) y la María Montez de “Piratas de Monterrey” (1948). Todas ellas dobladas en Acústica, bajo la dirección de Rafael Navarro, y de las cuales sólo ha sobrevivido la de María Montez. Como puede comprobarse en ese film, su voz ya apuntaba excelentes maneras, aunque su plenitud la alcanzaría pocos años después, curiosamente, cuando menos se confió en ella.
Carolina se vio en la necesidad de romper su contrato con Acústica, para poder marcharse a Madrid a hacer cine. Y es que el cine era su gran ambición. Intervendría en una treintena de películas como actriz de imagen, siempre dando la talla, pero por desgracia, nunca logró convertirse en una mega-estrella. Otras con menos talento que ella sí lo lograron. Alguna incluso necesitó de la voz de Carolina para sonar bien en castellano.
Afortunadamente, apenas un año después de haber dejado el doblaje, volvió a él, aunque esta vez en Voz de España. También ahí empezó con fuerza, retomando a Ann Sheridan en “La sentencia” (1949) y “Río de plata” (1950) y a María Montez en “La Atlántida”. De esa misma época son sus doblajes de la estupenda Janis Paige en “Sinfonía del amor” y la no menos estupenda Andrea King en “Persecución en la noche” (1949), el cual aún podemos disfrutar. Volvería a prestarle la voz de King en “El signo del renegado”, tres años más tarde, doblaje que también podemos disfrutar.
La década de los cincuenta no fue todo lo prolífica que pudo y debió ser. Y no fue porque sacrificara el doblaje por el cine. Sencillamente, la presencia del extraordinario dúo Casals-Lombarte en la primera mitad de los cincuenta y el no tan extraordinario dúo Elsa-Lombarte le cerraron casi todas las puertas. Es una auténtica lástima, pues la belleza de su voz (que en aquella década se asemejaba tremendamente a la gran Celia Honrubia) y su gran calidad de actriz hubieran merecido una mayor repercusión. Las pocas veces que se le confiaron papeles de relevancia en esa década no sólo no defraudó las expectativas, sino que corroboró lo que había apuntado en sus comienzos: que era una súper-clase.
Rafael Navarro trató de relanzar su carrera en Parlo, en títulos como “La patrulla del Coronel Jackson” (1954) o las muchas películas españolas que allí se doblaban. Pero el cine americano era el que mandaba y en él no se le supo o no se le quiso encontrar el puesto que ella se merecía.
Carolina Giménez representa la imagen del talento desaprovechado, de unas ilusiones que se truncaron por una serie de circunstancias que nosotros nunca conoceremos. Pero mi oído se quedó con las ganas de saborear mucho más la melodía de su gran voz. "
Recibe mucho ánimo y un fuerte abrazo.
Jorge Montalvo.
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