kikesupermix2 escribió:
Efectivamente, como dices, el documental innegablemente es entretenido, se ve de buena gana, y es un hecho interesante el tener tantísimas imágenes de archivo de las diferentes cadenas de televisión de la época para retratar a la España de esos años. El caso es una chapuza desde todos los puntos de vista, lo peor circos mediáticos aparte, es ver el poco cuidado que tenían con las pruebas, y que es evidente que da pie a casi toda teoría conspiranoica.
La instrucción del caso como homenaje a Ibáñez está bien. Una auténtica vergüenza nacional que, muy comprensiblemente, hizo que cada cual se montase su propia película. De ahí a dar nombres y apellidos sin ninguna prueba en el programa más visto de la tele... una canallada del tal JIB.
No puedo evitar ver en el padre a un hombre con un sentimiento de culpa terrible por no haber podido acercar a las chicas con su coche hasta la discoteca, al hallarse este enfermo. De alguna forma, intentó mitigar ese dolor dando palos de ciego por todos lados. Eso y que pagaban bien, claro.
kikesupermix2 escribió:
Justamente hace poco vi otro caso mediático más reciente, el de El caso Wanninkhof-Carabantes, también en Netflix, y que vuelve a dejar retratados al sistema y a los medios, en una de las mayores injusticias vistas, y que el tiempo y el azar fueron los que de resolvieron el caso, y por cierto, también deja mal al Reino Unido.
Esto es otra cosa. Condenar a una persona sin aportar pruebas concluyentes que la inculpen, arrastrado por la jauría humana... eso va mucho, mucho más allá de la simple negligencia. Es un acto criminal en sí mismo, no hay indemnización que pueda sanar nada. Fíjate que desde el primer minuto calé a la madre de Rocío. Me parecía una bicha impresionante, una señora carcomida por el resentimiento.
kikesupermix2 escribió:
Los programas de televisión de ese tipo en los 90 daban muchísimo asco, yo recuerdo en Código Uno algo peor incluso que lo de Herrero, en un crímen cometido por un par de alimañas que mataron a un hombre que esperaba en una parada de autobús en un caso que se conoció como "crimen del rol" en el que una voz masculina leía el diario de uno de los asesinos. Recrearon el crímen con TODO lujo de detalles, es decir, mientras se leía dicho diario, hablando siempre despectivamente de la víctima, narraba y se veía todas las puñaladas que le metieron, interminables, terrible y enormemente repugnante.
¿Te puedes creer que mi madre encontró una vez en mi mochila del cole una colección de cartas Magic y reaccionó ante ello como si hubiese dado con un fardo de cocaína? Cogió las cartas, me las enseñó con la mano temblándole y dijo "¿Qué... qué es esto?". Así, con una cara de susto total. Lo que siguió a esto fue una discusión interminable, hasta que terminé convenciéndola. No es mensurable el daño que pueden llegar a hacer los mierdos de comunicación. La criminalización de los juegos de rol fue una cosa loquísima.