Yo terminé ayer The Comeback. O mejor dicho, he terminado la primera temporada, no sabía que la HBO había encargado una segunda... diez años después de sus únicos trece capítulos. Para el que no lo sepa, la cosa va del supuesto seguimiento cámara en mano, para un reality, de una ex estrella de la televisión que está a punto de volver por la puerta grande al mundo de las sitcoms, o eso cree ella. La prota es Lisa Kudrow, con lo cual ya tenemos listo el típico componente autorreferencial. Mis sentimientos hacia ella han sido contradictorios a lo largo de los meses que la he estado viendo. Es cierto que es la primera serie norteamericana en tratar de reproducir el modelo de The Office, pero cuando la pillas en 2014 y ya estás de vuelta y media del humor incómodo, del falso documental y de los personajes hipócritas que se ponen en ridículo a sí mismos hasta el extremo de la vergüenza ajena es más difícil aceptar la propuesta sin escepticismo. Valerie Charish es, efectivamente, un David Brent mutado en actriz semiacabada, con todos sus tics, su orgullo, su patetismo y su necesidad de quedar bien y echar la culpa a cualquier otro de sus cagadas hasta en la peor de las situaciones. Pero también es cierto que el cambio de escenario, con esta actriz que acepta un papel de soporte estelar en una sitcom ridícula de adolescentes guaperas, da pie a un estudio devastador sobre cómo funciona el mundo de la tele desde dentro. Los tópicos y puntos predecibles se concentran en la herencia de The Office, pero todo lo que tiene que aportar The Comeback al modelo original es jugosísimo y logra apartarse de la obvia parodia del show business que de extrema y estándar resulta inofensiva. Caso de Episodes, por ejemplo, que se ha desdibujado muchísimo desde su lejana primera temporada.
Pese al gran número de personajes recurrentes, la serie descansa por completo sobre los hombros de Lisa Kudrow, y ésta está extraordinaria. Sí, su personaje es un reflejo del modelo Gervais punto por punto, pero Kudrow lo aborda a su manera y con una credibilidad escalofriante. Gracias a ella detestas a Valerie, pero cuesta no ponerte de su parte cuando se enfrenta con gente aún más despreciable que ella. Kudrow logra un equilibrio entre la miseria moral y la vulnerabilidad digno de encomio; es una interpretación rica en matices que realmente no esperas de una actriz que ha estado diez años interpretando con comodidad a una caricatura en una sitcom de éxito planetario.
A The Comeback se le puede reconocer también el querer innovar dentro de las limitaciones del formato Office, o al menos alejarse dentro de lo posible del calco directo. The Office nos mostraba un supuesto seguimiento editado y listo para mostrar de la vida en una oficina; The Comeback, en cambio, se presenta en forma de cinta de material bruto, lo cual tiene muchas posibilidades tanto satíricas como meramente humorísticas. Aquí entra en escena uno de los personajes más subrepticiamente mezquinos (y mejores) de la serie, la productora y persona al cargo del rodaje de The Comeback, Jane. Se la oye más de lo que se la ve, pero eso no impide que sea una verdadera radiografía de la ética profesional.
No es que The Comeback no tenga suficientes virtudes, el problema con ella es más bien de perspectiva. El modelo The Office ha sido tan sobado y manoseado, privado de su potencial y su razón de ser por el mal uso que se le da en la comedia mainstream (o no tan mainstream, siempre ha sido el aspecto más indigno de Parks And Recreation), que es difícil volverse hacia una serie que pocos años después de The Office, incluso antes del remake USA de la serie de Gervais, vio el potencial del formato antes que nadie e hincó los dientes en él cuando aún era una rareza. Como pasa con Seven o con Shrek, la saturación de imitaciones y la progresiva banalización de sus hallazgos hacen necesario un esfuerzo para recordar qué las hizo tan innovadoras en su momento, pero a veces no basta razonarlo si no sientes ese impacto que quizá tuvo un día. Ver The Comeback en 2014 es correr el riesgo de adivinar el 80% de lo que va a ocurrir en el episodio una vez se ha establecido la premisa de la semana e incluso respirar de alivio cuando un capítulo priva de minutos a las penalidades de Valerie para hacer chistes sobados sobre un personaje más gay que Nathan Lane que de pronto se descubre incómodo porque alguien pueda conocer su orientación sexual. ¡Por Dios! Pero después de haber visto los trece episodios creo poder decir que el balance se inclina hacia lo positivo. La frecuencia con la que la serie se adentra en terrenos verdaderamente oscuros la hacen irrespirable por momentos, incluso para un espectador inmunizado al formato; y el último episodio es una espectacular bomba de hipocresía, patetismo y canibalismo mediático tan reveladora y devastadora como Network, aunque a su propio estilo, por supuesto. Ni siquiera la nota aparentemente positiva con la que termina deja de ser perturbadora por todo lo que subyace detrás.
La reciente segunda temporada lo tiene difícil para destacar. Ahora sí, estando producida entre la marea de mockumentaries y comedias de presunto humor incómodo que nos asola, tiene que ponerlo todo de su parte para sobresalir sin alejarse del estilo de la primera temporada y lograr que sus aciertos no se diluyan en lo mil veces visto. La veré.
_________________ Miguel RosellóSi te interesa remotamente leerme hablar de canciones Disney, ésta es la cuenta de instagram a seguir.
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