EL LOCO DEL PELO ROJO, de Vincente Minnelli.
No diga pintura, diga Van Gogh. Es realmente impresionante, numéricamente hablando, lo prolífico que fue este hombre en los 37 años que vivió: 900 cuadros y 1600 dibujos. Realmente era un pintor compulsivo (aparte que no estaba muy bien de la cabeza) y esa fuerza pintora y ese torrente creador obsesivo quedan muy bien reflejados en la película. Igual que la viveza de los colores de sus cuadros. Y pensar que sólo vendió uno en vida. Viendo la cantidad de obras que salen no es de extrañar que la lista de agradecimientos en los créditos (a museos, colecciones privadas, etc.) sea igual de extensa. Ajetreada e intensa fue su vida: pastor (un tanto fanático) religioso en un pueblo minero, las cartas con su hermano Theo, la tormentosa relación con Paul Gauguin, su tránsito por distintos sanatorios mentales, intentos de suicidio y cuadros, cuadros y más cuadros.
Kirk Douglas como Van Gogh y Anthony Quinn como Gauguin, dos fuerzas de la naturaleza frente a frente. La intensidad de algunas escenas es brutal (el segundo ganó el
Oscar a actor secundario y eso que aparece más bien poco). La película es de la
MGM y eso se nota en la puesta en escena con esos decorados tan vivos. Resulta curioso lo bien que un holandés se relaciona con un francés en un perfecto inglés: cosas del cine.
Segunda vez en una semana que alguien pierde su oreja en una película (aunque esta vez estaba totalmente justificado este hecho). Un 6'5.
EL LADRÓN DE BAGDAD, de Ludwig Berger, Michael Powell y Tim Whelan (y 3 más no acreditados).
Por películas como ésta vale la pena ser amante del cine: la imaginación, la magía y la fantasía llevadas a su máxima expresión. El cine de AVENTURAS con mayúsculas. Lo ideal, como fue mi caso cuando la vi siendo un púber, sería descubrirla de crío. Pero si no es el caso es de obligado visionado para un adulto. Porque siempre suele ser grato teletransportarse a un mundo fantástico con alfombras voladoras, genios en la botella, sultanes, palacios suntuosos, juguetes mágicos, caballos voladores, príncipes, princesas, hechiceros de ojos claros, rosas azules, sabios de barbas largas, etc. y disfrutar de ellos como si fuéramos niños.
La sucesión de aventuras es constante y el paso de una a otra está bien traído. La historia y los personajes no descubren nada nuevo (un malo muy malo, el príncipe que se enamora de la princesa, el primero que les quiere separar) pero el guión es bueno. El personaje de
Jaffar posteriormente serviría de inspiración en la película de Disney,
ALADIN. Y aunque de pequeño no me fiajaba en esas cosas hay que decir que la princesa luce unos escotes que no es de extrañar que el otro se quedara prendado. También hay momentos para la comedia y divierte ver la cara de
Abu cuando
Ahmad sólo quiere ver, ver y ver a su princesa: debió acabar hasta el gorro de ella el pequeño ladronzuelo.
La ominpresente banda sonora del maestro Miklós Rózsa es también una delicia. Como los decorados (aunque en algunos se note que son falsos) y todos los elementos que salen en la película que tienen unos colores vivísimos. Realmente estás en el Bagdad de '
Las mil y una noches'. Y los efectos especiales (de merecidísimo
Oscar) son absolutamente IMPRESIONANTES. Es que estamos hablando de 1940 y viendo lo que eran capaces de hacer luego ves según qué, rodado bastantes años después y sientes vergüenza ajena. Juntamente con
KING KONG (la del 33) y
JASÓN Y LOS ARGONAUTAS (la del 63) son, con diferencia, de lo mejor del cine de aventuras de todos los tiempos. Sobre todo por la magia de cómo lo hicieron, que aún hoy me sigue sorprendiendo.
No sé si Tolkien (o Peter Jackson) se inspiró en la secuencia del templo de la
Diosa de la luz (y su
Ojo que todo lo ve) para parte de la trama de
'El señor de anillos', en concreto cuando aparece
Ella-Laraña. Y siguiendo con los parecidos esos guardianes custodiándola (a los que no contrataría para defender nada) lanzando flechas me han recordado a los trasgos de
Moria (aunque debería decirlo al revés).
Tengo un grato recuerdo del doblaje, aún cuando ni sabia lo que era ni esto del cine me gustaba tanto. Y consultando la ficha he descubierto el por qué: el grandísimo
José María Ovies fue su director, aparte de poner la voz al malo
Jaffar. La voz original de Sabu es muy parecida a la que en su día impostó
Vicky Udaeta. Y cuando he visto que a
Ahmad le dobló
Fernando Rey he pensado que qué raro me sonaría hoy en día (no así entonces).
Se podría criticar algunas cosas, como las caras que pone Sabu o la interpretación del mismo John Justin (el príncipe
Ahmad), o ese pie de cartón piedra del genio, o el mismo muñegote del genio volando, o esos fallos de
raccord. Y tal vez el bigotillo de
Jaffar recuerde en exceso a
Cantinflas (que por entonces apenas había empezado su carrera) y resulte un tanto ridículo. Pero da igual, COMPLETAMENTE igual. No desmerecen ni un gramo la calidad de la peli porque con ella la magia del cine cobra todo su sentido. Un 8.
PD: buscando he encontrado la
película entera... y en castellano! A gozarla pues.