Rotundamente no. Los trucos recurrentes para prolongar el suspense siempre han estado ahí y son característicos de la serie, de ahí que hayan sido siempre motivo de parodia, pero hay un trecho bastante grande de lo que hemos estado viendo hasta ahora a sobreutilizarlos de un modo que ya no se puede ignorar. En sólo seis capítulos se han repetido tantísimo que son difíciles de pasar por alto hasta para el espectador menos analítico (mis padres, joder, están ya perdiendo la paciencia). No se puede comparar lo que pasaba con Ben, que estaba siempre ahí, apechugando con lo que iba ocurriendo, con lo que pasa ahora, cuando los personajes salen de la NADA para sembrar la confusión y desaparecer de la trama una vez han cumplido con lo de "hala, ya no sabes quién es el bueno". ¿Dónde está la sutileza?
Llevo años defendiendo la estructura narrativa de PERDIDOS ante los escépticos que desdeñan esa serie "que ve todo el mundo y que no séra para tanto", pero es que esta vez no puedo, y la única razón que me queda para defender el hecho de que siga viéndola es que "estoy enganchado", como el que sigue un culebrón sudamericano.
Y vamos mal si medimos la calidad de un episodio por el rasero de las revelaciones o los finales impactantes (éste ha sido de largo EL MEJOR de toda la temporada), como hace mucha gente que conozco. Ya no es sólo que sea un rasero ridículo para medir la calidad de caulquier cosa, es que, joder, PERDIDOS era más que eso, PERDIDOS era más que un puñado de revelaciones, era sólida, era materia de estudio en narrativa televisiva (sí, en clase analizamos los capítulos semana tras semana

). Ahora parece que a todos, entre el público y el equipo de la serie, ese asunto se la trae flojísima. Déjadme ya de tanto contentar a los fans, Lindelof y Cuse, que hay más cosas que cuidar.
Pero cómo me encanta que hayan matado al chino cudeiro.