Me propongo susbsanar un error cometido hace muchos años cuando escribí mi colección sobre Grandes Genios del Doblaje. Tal vez porque mis conocimientos en aquella época eran aún bastante limitados, no le dediqué un post. Ahora que conozco su carrera mucho mejor, creo justo recordarla.
Hablar de Ángel María Baltanás es posiblemente hablar del mejor actor de doblaje que ha dado nuestro país. Por lo menos en opinión de sus propios compañeros de atril, quienes cuando se les preguntaba a quién consideraban el mejor, invariablemente encumbraban al actor vasco a lo más alto de un hipotético podio. Misión nada sencilla en una época en la que el cetro se vendía caro, con nombres en Barcelona y en Madrid de la talla de Felipe Peña, Juan Manuel Soriano, Rafael Navarro, José María Ovies, Félix Acaso, José Guardiola, Francisco Arenzana, Manuel Cano, José Luis Sansalvador, Arsenio Corsellas, Rogelio Hernández, Simón Ramírez, Vicente Bañó, etc.
Para los espectadores contemporáneos el mayor hándicap reside en el hecho de que nos dejó ya hace cuatro décadas y, por tanto, no le han podido escuchar tan a menudo como a algunos de los citados anteriormente que siguieron trabajando en décadas posteriores. No obstante, cualquiera que haya escuchado a Ángel Mari aunque sea en unos pocos de sus muchísimos doblajes de envergadura, no albergará la menor duda de que se encuentra ante uno de los más grandes.
Tal vez sus doblajes más recordados por el gran público de nuestro país sean su Paul Newman de “El coloso en llamas”, su George MacReady del doblaje más conocido de Gilda y por supuesto el Tyrone Power de la mítica “Testigo de cargo” y el James Cagney de la hilarante comedia de Billy Wilder, “Uno, dos, tres”. Desgraciadamente, debido al redoblaje que circula hoy en día, muchos no han podido disfrutar de una de sus más geniales creaciones, el Vittorio Gassman de “La escapada”.
Sus comienzos en doblaje datan de finales del año 53, cuando fue contratado por los hermanos Sánchez (Francisco y Rafael) para formar parte del privilegiado elenco de Oro Films en los estudios Sevilla Films (si bien apenas un año más tarde se trasladarían a Exa, aprovechando la marcha de Hugo Donarelli a Chamartín).
Esos primeros doblajes siguen perdidos por el momento. Joel McCrea en “Un disparo en la mañana”, William Holden en “La luna es azul”, Yves Montand en “El salario del miedo”o Dana Andrews en "Destino: Budapest” son algunos de los más significaticos. No cabe duda de que entró en el doblaje por la puerta grande, doblando a grandes estrellas. Sus doblajes más antiguos que conocemos son como Roberto Risso en “Pan, amor y fantasía” y “Pan, amor y celos”, en los que por su juventud y por las características el propio personaje, suena algo dubitativo. Enseguida comenzó a doblar a Marcello Mastroianni, de quien se convertiría en una de sus mejores voces (junto con Simón Ramíez, Arsenio Corsellas y Manuel Cano), destacando las divertidas comedias “La ladrona, su padre y el taxista”, “El signo de Venus” o “El bígamo”. Un doblaje, para mí memorable, de sus inicios fue el Sterling Hayden de “Johnny Guitar”, el western lírico de Nicholas Ray en el que transmitía con gran credibilidad el amor inacabado de su personaje por el de Vienna (genialmente interpretado por Joan Crawford). Repitió con ese actor en “Mar eterno” y en la famosa “Atraco perfecto”, de Stanley Kubrick. Por desgracia se ha perdido su Marlon Brando de “Un tranvía llamado deseo”, si bien se conserva un breve extracto para poder hacernos una idea de cómo le quedaba. Personalmente, creo que la voz de Francisco Arenzana era la más idónea para Brando en Madrid, por su tono de voz algo desgarrado, pero ello no quita que sería un deleite poder disfrutar de ese doblaje en su totalidad.
Su etapa de madurez se inicia, a mi parecer, en el año 1958, con su voz y recursos actorales ya en plenitud. Siguió doblando a Marcello Mastroianni en títulos tan emblemáticos y divertidos como “Rufufú”. Comenzó a doblar a Alan Ladd (“La sirena y el delfín”, “La novia de acero”), convirtiéndose en su segunda mejor voz (después de Juan Manuel Soriano en Barcelona). Dobló a Kirk Douglas en la conocida “Los vikingos”, a Dirk Bogarde en “Un médico fenómeno” y “Un médico en la marina”... Pero sobre todo, pasó a la historia por su mencionado trabajo al servicio de Tyrone Power en “Testigo de cargo”, probablemente uno de los mejores doblajes jamás realizados en Madrid. No sólo por él sino por el resto de los componentes del reparto (sobresaliendo Francisco Sánchez e Irene Guerrero de Luna). Fue la primera y, si no me equivoco, única vez que dobló al famoso actor y sin embargo, parecía su voz ‘de toda la vida’. El aspecto prematuramente envejecido de la estrella de Hollywood (que moriría apenas un año más tarde con tan solo 44 años) encajaba a la perfección con la voz grave y seria de Baltanás. Las escenas donde pierde la compostura en el juicio frente al inquisitivo fiscal (maravillosamente doblado por José María Cordero) deberían formar parte del material de aprendizaje de cualquier futuro actor de doblaje. Su forma de decir “No, yo no la maté, pero conseguirá que crean que sí lo hice. Qué pesadilla, qué horrible pesadilla” es absolutamente desgarradora.
Como Robert Taylor se convirtió (al igual que Félix Acaso) en una alternativa de la máxima calidad para su voz natural, el extraordinario Rafael Navarro. Aunque las películas Metro casi siempre se doblaban en sus propios estudios (hasta su cierre en toda Europa en el año 62), por motivos de distribución, algunas iban a parar a estudios madrileños. Baltanás le dobló en títulos como “Prisionero de su traición” en Oro Films y “La casa de los 7 halcones” en Sincronía.
Es importante mencionar que una vez terminado su contrato de unos 5 años con Oro Films, Baltanás comenzó a ir por libre y ya nunca más tuvo la necesidad de contratarse. Sencillamente porque se lo rifaban y le llamaban para hacer protagonistas de cualquier otro estudio de la capital, los recién fundados estudios de Sincronía e Iberson, Chamartín, Sonograma, Audio Films en Fono España, Sago-Exa y más adelante Cinearte, Exa, Cineson y Tecnison. No sólo eso, sino que estuvo una época doblando en Barcelona a mediados de los 60, tanto en Voz de España como en Balcázar. Alfonso Santigosa no terminaba de ver a Paul Newman con la voz de Rogelio Hernández y le llamó para doblar “Harper, investigador privado”. De hecho, dos años más tarde, cuando Santigosa dirigió el doblaje de “La leyenda del indomable” y sin poder contar con Baltanás (por razones que desconozco), siguió sin llamar a Rogelio y prefirió asignar a uno de sus favoritos, Arsenio Corsellas.
Merece la pena detenerse un poco en el caso de Paul Newman, uno de los actores a quien mejor dobló el vasco. La gran mayoría asocia al actor con la voz del gran Rogelio Hernández. Es natural. Al fin y al cabo, le dobló en las películas que más han pasado por televisión, como “El golpe”, “Dos hombres y un destino”, “Cortina rasgada” o “Éxodo”. Y Rogelio siguió acompañándole hasta el final, en títulos como “El gran salto”, “Mensaje en una botella” (para el que se desplazó a Madrid) o “Camino a la perdición”. La mayor parte de los doblajes que Baltanás hizo del icono del cine fueron en películas hoy menos recordadas, con excepción de la citada “El coloso en llamas”, la cual, cuando fue editada en DVD con el redoblaje, hizo que hasta los menos entendidos en doblaje pusieran el grito en el cielo. No obstante, cualquiera que haya escuchado a Baltanás doblando al joven Newman, creo que coincidirá en que sus doblajes no tenían nada que envidiar a los de Rogelio, rayando ambos a un extraordinario nivel. Destacaría “Dulce pájaro de juventud”, otro de los mejores doblajes madrileños de la historia (antológicos también Vicente Bañó y María del Puy) y “La ciudad frente a mí”, mi preferida. Se da el caso, además, de que en esa película aparece también Rogelio Hernández doblando a Robert Vaughn. Un doblaje para quitarse el sombrero, dicho sea de paso, Complicado, emocional, desgarrador. Habría sido fácil haber oído a Rogelio y pensar que por qué no doblaba a Newman (no le había doblado aún) pero no es así. Baltanás suena como su voz natural y no resulta confuso en ningún momento (aunque sí curioso) oír a las dos voces por antonomasía de Newman hablando el uno con el otro.
La década de los 60 fue la que le consagró definitivamente como un mito del doblaje y su asociación con Vittorio Gassman jugó un papel esencial en ello. Cuentan algunos que durante la proyección de “La escapada”, los espectadores, maravillados con su voz e interpretación, preguntaban “¿Cómo se llama este actor?”. No es para menos. El descarado encanto del actor genovés encontraron en el vasco su alter ego español. Nadie pudo igualar esa simbiosis con el italiano. Si bien muchos de los títulos en los cuales le prestó su voz distaban mucho del nivel de “La escapada”, siempre era un placer ver sus comedias, las cuales ganaban en relevancia gracias a la contribución de Baltanás. Es una lástima que poco después de tan sensacional doblaje, no sólo suyo sino del infravalorado Hipólito de Diego, Ángel María desapareciera de los estudios Sincronía durante casi una década, dejando a Paul Newman sin su voz en unas cuantas películas. Es posible que surgiera algún problema que le alejara de esos estudios hasta la marcha de Hipólito hacia 1970. Por fortuna, el genial director volvió a contar con él en Exa desde 1974 hasta su fallecimiento en 1979. No para doblar a Paul Newman, desgraciadamente, pero sí al menos para ‘su Vittorio’. De esa etapa es el antológico doblaje de “Perfume de mujer” y el de la menos conocida “Una mujer y tres hombres”, un gran drama dirigido por el mismo director de “La escapada”, Dino Risi.
Volvamos a la década de los 60 para detenermos como merece en uno de los más difíciles doblajes de la historia, el James Cagney de “Uno, dos, tres”. La desenfrenada comedia de Wilder se caracteriza por un ritmo frenético, en particular el personaje de C. R. MacNamara. Jimmy Cagney era dado a hablar con la misma rapidez con la que algunos de sus personajes manejaban la metralleta, pero en esta película puso el listón aún más alto. No recuerdo una concatenación de frases a tal velocidad. Ángel Mari solventa la papeleta casi sin despeinarse. No se le escapa ni el más mínimo defecto de vocalización ni el más pequeño matiz. Parece fácil pero sólo los genios son capaces de hacer que lo difícil parezca un paseo por el parque. Este doblaje debería usarse como modelo en las escuelas de doblaje, aunque es posible que más de uno se deprimiera al verse incapaz de acercarse siquiera a ese nivel. Y es que nos guste o no, Ángel María Baltanás sólo ha habido uno.
Uno de mis doblajes preferidos es el de “Perdición”. A pesar de ser un doblaje televisivo del año 66, suena casi a doblaje de cine, y es intepretativamente un auténtico duelo de titanes entre él y Paco Sánchez (Edward G. Robinson). La voz limpia y carismática de Ángel Mari nos atrapa desde el arranque del soberbio film noir de Billy Wilder, con su voz en off narrando cómo ha llegado su personaje a la despeserada situación en la que se encuentra. Una vez más consiguió parecer que era su voz ‘de toda la vida’. La química entre él y Paco Sánchez está a la par con la de los dos actores de imagen. Y eso mismo es aplicable a su otro duelo, el que mantiene con Barbara Stanwyck y su malvada Phyllis Dietrichson, estupendamente doblada por Mari Ángeles Herranz.
La ductilidad de su voz le hacía poder doblar tanto a las mayores estrellas de Hollywood como a actores de carácter. Hizo grandes trabajos con Kirk Douglas, Glenn Ford, Gregory Peck, William Holden, Ray Milland, Charlton Heston y sobre todo con Burt Lancaster, con quien nos regaló dos doblajes involvidables, el de “Los que no perdonan” y sobre todo “El fuego y la palabra”, otro personaje de ésos que hacen uso de su palabra fácil para embaucar al más pintado.
Nadie es perfecto y si tuviera que citrar una asociación suya que no me convenció fue con Cary Grant en el redoblaje de “Encadenados”, donde eché de menos a Félix Acaso. Aunque el personaje del agente Devlin es duro y en apariencia frío, esconde un amor incontrolado y una inseguridad que yo no percibí en la interpretación de Baltanás. Tal vez sea únicamente mi percepción o que, como suele decirse, no tenía un buen día. O sencillamente que su voz no le iba al galán más elegante de la historia del cine. Como le espetaban a Jack Lemmon al final de “Con faldas y lo loco”, ‘nadie es perfecto’.
Siguió siendo un número uno hasta el final, trabajando en todos los estudios de la capital, en doblajes de cine, redoblajes y series de televisión, destacando su intervención en “Yo, Claudio” como Augusto.
El gran Ángel Maria Baltanás nos dejó en noviembre de 1979, demasiado pronto, cuando aún le quedaba mucha vida por delante y muchas satisfacciones por darnos. El vacío que dejó no ha podido ser llenado por nadie. Pero siempre nos quedará su voz.
_________________ montalvo
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