Santacruz escribió:
La costumbre de aquella época fue castellanizar muchos nombres en diversas películas. Precisamente esa (me peli favorita) fue una de ellas. Si no recuerdo mal, en el libro Suellen es el diminutivo de Susana Eleonor, así que quizá SÚSELIN no iba tan mal encaminado. Por otro lado, hay un ejemplo más descarado en el doblaje y es el del nombre del coprotagonista: ASHLEY que en vez de decir ÁSLI dicen ÁSLEI.
Me gustaría resaltar, que puestos a inventar, en el redoblaje latino cambiaron el nombre de INDIA por CINTHIA. Yo supuse que por motivos xenófobos y así lo expuse en la web de doblaje wiki.
Esa castellanización no solo la encontramos en películas de esa época, sino que fue una costumbre bien arraigada también en las traducciones literarias hasta hace no tantos años. Por mi casa tengo ediciones de bien entrados los años 50, donde los autores aparecen como "Carlos Dickens" o el archiconocido "Julio Verne" (que se utiliza hasta nuestros días y donde decir "Jules Verne" se considera una pedantería). Hay una traducción de "Los miserables", la primera que se hizo a nuestro idioma y, ciertamente, poco recomendable por lo mala que es, donde los personajes aparecen como "Juan Valjean", "Fantina", "Mario", etc. Hemos oído hablar de "Adolfo Hitler" en cientos de ocasiones. En definitiva, y por no aburrir con ejemplos, es simplemente la forma en que se estilaban las traducciones. Hoy día esto ha cambiado mayormente, y ya nos resulta hasta raro, salvo en algunas ocasiones, como en el teatro de Shakespeare, donde nos seguimos encontrando a Julieta y no a "Juliet" paseando por Verona, o a Benedicto haciendo mucho ruido con sus pocas nueces. Los nombres de los miembros de familias reales se siguen traduciendo y a nadie le extraña encontrarse a la reina Isabel, al príncipe Carlos, o a Guillermo de no sé qué.
En definitiva, la traducción y, por extensión, el doblaje, necesita de un convenio no escrito entre el traductor y el consumidor, en el que hay unas reglas gramaticales y fonéticas que hacen viable "la trampa" para que nos la creamos sin que nos explote la cabeza. Si hoy en día esa "trampa" (y lo digo con todo el cariño, sin intención peyorativa) pasa porque en la pronunciación de los nombres propios se utilizan los fonemas castellanos (o del idioma que sea, porque supongo que en los doblajes catalanes, gallegos y vascos pasará algo parecido) más (o menos) próximos a los originales para que el consumidor perciba naturalidad y, hacer lo contrario, contribuiría a la distracción, pues así debe seguir siendo. No creo que la correctísima pronunciación de palabras que requieren de fonemas inexistentes en nuestro idioma contribuya ni lo más mínimo a que el espectador se olvide de la, en palabras de Fernán Gómez, "monstruosidad" (y no lo dijo refiriéndose al doblaje en sí, sino al hecho de que una persona hable con la voz de otra) que supone que un señor de origen irlandés, policía de Nueva York y encerrado a tiro limpio en un rascacielos de Los Ángeles luchando con supuestos terroristas alemanes se comunique fluidamente en un perfecto castellano con todo el que anda por allí. Así que sí, el doblaje, como toda traducción, es el truco del mago que hace que cuele lo que, pensado fríamente, no debería colar y, para ello, tiene sus artificios. Para todo lo demás, está la Escuela Oficial de Idiomas.
Saludos