"Anoche soñé que volvía a Manderley. Creí encontrarme frente a la verja que daba acceso al parque. Y por un momento no pude entrar... porque una barrera me lo impedía. Entonces, como todos los soñadores, me vi poseída de pronto por fuerzas sobrenaturales y pasé como un espíritu a través de la verja..."
Con estas míticas palabras de Daphne Du Maurier, comenzaba a fraguar Mireya su camino al estrellato en nuestro doblaje allá por el año 1942. Porque aunque en una sociedad como la actual en la que sólo importa lo que está "de actualidad" y el interés y respeto por los orígenes de las cosas brillan lamentablemente por su ausencia, no se debe olvidar que Mercedes Mireya fue durante tres décadas la primera dama del doblaje en Madrid, el espejo en el se miraron muchas de sus sucesoras. No en vano, casi todas las primeras estrellas femeninas de la época contaron en un momento u otro con su dúctil y personal voz. La lista sería interminable y de hecho, la base de datos no recogerá más de un 20% del total de sus doblajes.
¿Cómo dictaminar pues una selección de sus interpretaciones más "logradas" o más destacables? He aquí su propia opinión, vertida en una entrevista del 1 de mayo de 1947: "Por la misma calidad de las películas, cualquiera de ellas puede ser considerada como una obra de realización perfecta. Entre todas, mi labor personal la considero francamente buena en "Rebeca", "Alma rebelde" y "La ninfa constante". Y algo excepcional, dentro de toda esa labor principalísima, es para mí el doblaje conseguido en "Cumbres borrascosas". Doblaje éste último, cumbre de su carrera en los 40, pero con el que por desgracia nunca podremos disfrutar, sino tan solo "imaginárnoslo" (que no es poco).
Sí nos quedan al menos unos tramos de su inconmensurable doblaje a JEAN FONTAINE en Rebeca, dentro de la película española VIDA EN SOMBRAS (1952). Dichos tramos, aunque insuficientes para los ávidos oídos de los amantes del doblaje, nos permiten por lo menos entender por qué esa película y esa interpretación significaron tanto para los espectadores españoles aún una década después de su estreno, como demuestra el embelesamiento de Fernando Fernán-Gómez en la citada película de Lorenzo Lloret Gracia al visionar en un céntrico cine de la Gran Vía el film de Hitchcock. El personaje de Fernán-Gómez llega a decir en un momento "Qué gran arranque el de Rebeca y que magnífica utilización de la voz en off". Voz que tenía un nombre, Mercedes y un apellido, Mireya. Y es que nuestra actriz, se sintió tan identificada con el papel de Rebeca que se nota en cada una de sus palabras y de sus inflexiones, enganchando al espectador con su narración inicial casi mística, narración con la consigue introducirnos en un mundo misterioso que se mueve en los límites de la realidad...El clímax lo alcanza con sus palabras "y pasé como un espíritu a través de la verja". Mireya, con su especial e inimitable cadencia, causaba en esos momentos el efecto de ser -en efecto- un espíritu, un espíritu que no sólo consiguió atravesar la verja de la mansión de los De Winter, sino también atravesar el túnel del tiempo hasta permanecer a día de hoy imborrable para los que hemos tenido el privilegio de oírla.
Y es que Mireya, era una actriz de una solidísima formación interpretativa. Su carrera artística la había iniciado en el género de variedades, como bailarina y cancionista de finos, obteniendo un justo renombre. Fue luego actriz de verso, en cuyo género figuró también como cabecera de cartel. Como ella explicaba en la entrevista antes mencionada: "La razón de dedicarme al doblaje y no a interpretar papeles en versión directa se debe a que acabé por convencerme de que en ese aspecto del cine, tal vez pudiera llegar a realizar una labor estimable, y desde luego mucho más necesaria para la divulgación de las grandes películas extranjeras vertidas en nuestro idioma".
Y aunque confesaba que al principio le costó amoldarse al doblaje (empezó en 1941), lo cierto es que poco tardó en convertirse en la reina del doblaje, en concreto, un año y medio. Y empezaron a sucederse sus míticos doblajes de la mano de Hugo Donarelli, primero en Fono España y a partir de 1947 en Sevilla Films. Aunque la práctica totalidad de esos doblajes han sido sepultados, afortunadamente disponemos por lo menos de dos: la Linda Darnell de El signo del zorro y sobre todo la BARBARA STANWYCK de Unión Pacífico. Después de haber oído a la magnífica actriz americana con su voz, difícil resulta sentir lo mismo con otra. En esta película realiza un doblaje que nada tiene que ver con el de Rebeca, dicharachera, rebelde, jovial. Un auténtico deleite para los oídos. Lástima que dos de sus mejores trabajos con esta actriz, Perdición y Voces de muerte hayan también perecido con el paso de los tiempos (aunque por lo menos con redoblajes bastante buenos, hay que reconocerlo). Como tampoco podremos gozar nunca de sus magníficas creaciones según aquellos que la vieron, de DONNA REED en Qué bello es vivir, de GENE TIERNEY de El filo de la navaja y Que el cielo la juzgue, de BETTE DAVIS en Eva al desnudo o de VIVIEN LEIGH en Un tranvía llamado deseo.
Afortunadamente sí nos quedan la mayoría de sus grandes creaciones en los estudios de Oro Films. Porque de creación se pueden calificar sus trabajos con MARISA MERLINI en películas como Pan, amor y fantasía o Pan, amor y celos. La simbiosis que a mediados de los 50 se conseguía en dichos estudios con los actores y actrices italianas era de tal magnitud, que cualquiera diría que eran los propios actores de la pantalla los que hablaban con naturalidad en nuestro idioma. Y esos papeles de Marisa Merlini fueron un auténtico bombón para una actriz que ya en los 50 no se contentaba con doblar a la guapa de la película sino que comenzaba a mostrar otra faceta más extraordinaria si cabe: la de actriz de carácter, la de actriz todo-terreno que brillaba con igual intensidad fuera cual fuera el envite. En esta categoría entran así mismo doblajes como los efectuados a MERCEDES McCAMBRIDGE en Johnny Guitar o Gigante. Soberbia, imponente, llena de fuerza, personajes de apariencia tosca e inflexible pero tremendamente frustrados por dentro. O la OLIVE CAREY de La última bala y Centauros del desierto, también en las antípodas de sus papeles de galán femenino, al ser papeles “poco reconocidos†pero que ella supo captar con la misma eficacia que si se hubiera tratado de la protagonista.
Y sobre todo, una de las mejores actrices de carácter de la época, SUSAN HAYWARD. Con ella, logró una gran identificación en películas como Cita en Hong-Kong o Quiero vivir, otro gran doblaje en su haber. ¡Con qué credibilidad pasa de un instante al siguiente de clamar entre sollozos ante la proximidad de su ejecución en la silla eléctrica
“Antes que hacer sufrir a mi hijo prefiero morir†a serenamente decirle por carta a su abogado
“Quiero vivir, Carl y tú eres mi última esperanzaâ€.
Una de las características de la voz de Mireya era su tremenda ductilidad, lo que le permitió seguir combinando su faceta de actriz de carácter con la de primera estrella, tanto de la mano de Paco Sánchez en Oro, como de Salvador Arias en Audio Films a partir de 1960. Entre las estrellas del firmamento cinematográfico que contaron con su voz en esa última fase se encuentran la AVA GARDNER de La hora final, la KATHARINE HEPBURN de El farsante, la ELEANOR PARKER de Millonario de ilusiones o la INGRID BERGMAN de Indiscreta.
Y en Audio Films-Fono España, donde mantuvo su estatus de primera voz hasta su retirada al cierre de los estudios en 1969, compuso todavía magníficas creaciones como la LANA TURNER de Vidas borrascosas, la ANGELA LANSBURY de El mensajero del miedo, la LIZ TAYLOR de Cleopatra ( a pesar de que el papel le habría correspondido por mérito propio a Carmen Morando), la SOPHIA LOREN en La caída del imperio romano o la RITA HAYWORTH de El fabuloso mundo del circo.
Pero por encima de todas, sobresalen dos en especial: ALIDA VALLI en El proceso Paradine e INGRID BERGAMN en el redoblaje de Encadenados.
En El proceso de Paradine se muestra, como el rostro hermoso pero frío de la propia Valli, exasperantemente inalcanzable, una auténtica perdición para el abogado que personifica el gran Gregory Peck.
En Encadenados, Mercedes Mireya, a pesar de casi doblar en edad a la actriz sueca, consiguió de nuevo identificarse totalmente con su papel. En el mítico film de Hitchcock, Ingrid Bergman interpreta a una mujer que intenta redimirse de su pasado, un pasado sembrado de hombres y alcohol. Su personaje está además lleno de amor hacia al misterioso y frío agente interpretado por Cary Grant, amor en apariencia no correspondido. Y esa impotencia de ver que no consigue atravesar la armadura auto-impuesta por Devlin, fue transmitida con convicción por Mireya.
“¿Por qué no me dejas ser feliz? ¿Por qué no dejas que descanse esa mente policíaca? Cada vez que te miro veo en tus ojos esas ideas fijas… Si delinquió una vez, delinquirá siempre. Fue mujerzuela, lo será siempre… […] Ahora tienes miedo de ti mismo, tienes miedo de enamorarte de mí. […] ¿Por qué no quieres creer en mí?â€
Cuando se le preguntaba a Mercedes en 1947 si interpretaba un solo tipo especial de mujer, ella contestaba: “Eso no dejaría de ser una suerte, pero, por el contrario, son muchos y los más diversos y antagónicos tipos de mujer los que tengo que doblar. En mi “haber†tengo temperamentos femeninos para todos los gustos: el dramático, el humorístico, el ingenuo, el romántico y el sentimental. Como verás, esto es lo que se llama en términos vulgares, “servir para un fregado y para un barridoâ€.
Y ante la pregunta de cómo consiguió dominar los inconvenientes del doblaje, respondía: “Con la mejor voluntad que me fue posible; pero además, poniendo en juego constantemente los nervios, la vista y el corazón. El que ve tranquilamente las películas desde su butaca, no es fácil que pueda darse cuenta de esto, ni que llegue a comprenderlo bien nuncaâ€.
¡Cuánta razón tenían sus palabras! Porque todo ese esfuerzo en aprenderse los papeles durante días o semanas y después ensayarlos ante el atril una y otra vez para luego poder vivirlos de manera creíble cuando se apagaba la luz del estudio y ya no se podía leer… toda esa genialidad puesta al servicio de los espectadores que tuvieron el privilegio de oírla en las butacas de los cines de la época, sin realmente darse cuenta de la enorme dificultad que conllevaba lo que ella con aparente facilidad realizaba… todo eso, o por lo menos un porcentaje elevadísimo, ninguneado por las decisiones caprichosas de directivos de empresas de multinacionales y de nuestra Televisión Española, que sin entender de talento ni saber valorarlos, se creyeron en el derecho de arramblar con todo lo que se había hecho antes. Y así las horas, los días, las semanas que tardaban en doblarse las películas por personas que las querían, las sentían y las vivían como suyas propias, fueron paulatinamente sustituyéndose por otras, hasta llegar al extremo hoy día de ser sepultadas por gente que llega al estudio sin saber qué va a doblar y sin tener ni el tiempo ni el entorno necesario para poder sentir lo que dicen.
Para nuestra fortuna o nuestra desgracia, quedan las suficientes pruebas audibles de que no siempre fue así, de que hubo una época en la que la calidad se anteponía a la rapidez y el proceso de doblaje de una película era un proceso artístico y no una mera factoría de “takes†al más puro estilo McDonalds.
Mercedes Mireya, mítica donde las haya, es uno de los mejores símbolos de esa época, una época que nos quieren obligar a olvidar.
Como despedida, os dejo una FOTO suya de los años 40.
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