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La guerra va a ser larga porque los que van a perderla todavía van ganando. Eso decía W. Churchill -Premio Nóbel de Literatura- durante la II Guerra Mundial cuando era Primer Ministro y los alemanes les desayunaban con bombardeos indiscriminados y continuados sobre Londres.
En el caso de la profesión de doblaje en España o en Madrid, está ocurriendo lo mismo. Los grandes estudios -propiedad de multinacionales extranjeras- se mantienen firmes en sus posiciones y se muestran renuentes a estrechar sus márgenes o repercutir los incrementos de costes, que exige la profesión, en el producto final, ante el temor de perder competitividad y que el trabajo vaya a parar a otros estudios que puedan realizarlo a precios mas bajos.
La huelga de dobladores en Madrid, sin embargo, no está consiguiendo concitar la unidad o unanimidad necesarias para cambiar esa resistencia numantina por parte de los estudios. Pese a su seguimiento masivo, es conocido que ADOMA -la Asociación convocante- no consigue aglutinar ni representar todos los intereses en juego. Mas aún, si los convocantes no fueran al mismo tiempo empleadores, al ser los Directores de Doblaje, dentro de los estudios, los que eligen las voces, me atrevo a decir que la respuesta no habría sido ni de lejos la misma.
El problema pues, en mi opinión, es estructural. Intentar un convenio que contente a Técnicos, actores, fijos y discontinuos, de protagonistas y de rellenos, en prácticas, traductores, subtituladores, administrativos, personal de limpieza y mantenimiento, etc. y además con un limitado ámbito geográfico, es tarea casi imposible y así se ha puesto de manifiesto históricamente en otro sectores de actividad.
Sin ir más lejos, las salvajes huelgas de Iberia, es sabido que triunfaban cuando se sumaban los Tripulantes de Cabina y fracasaban cuando este colectivo no paraba. Desde la patronal lo sabían y resolvian el conflicto atendiendo las reivindicaciones de los Tripulantes en perjuicio del resto del colectivo afectado, pese a ser mucho más numeroso y peor pagado.
El doblaje en España ha sido desde siempre un referente de calidad a nivel mundial y sería una lástima que el conflicto afecte ese ranking de éxito al potenciar doblajes en castellano neutro en terceros países de habla hispana o la emisión del producto con subtítulos, por ejemplo.
Tampoco tiene sentido estimular o dar alas a la guerra de precios entre comunidades dentro de España por más que esa competencia es consustancial a cualquier sector de actividad. Y no lo tiene porque el único perjudicado será siempre el colectivo profesional. Si hoy el trabajo se deriva de Madrid a Cataluña, Galicia o Sevila, mañana el viaje podría ser el inverso.
Por todo ello, se hace necesario de una vez por todas, la elaboración de un Libro Blanco de la profesión en España que trace las líneas maestras del sector de actividad, a nivel nacional, que normalice los códigos de conducta para preservar los logros alcanzados y, por encima de todo, que anticipe la imparable transformación tecnológica y siente las bases para la ordenación de la actividad a futuro. Un Libro Blanco que tiene que profundizar en las distintas sensibilidades que existen dentro de la profesión para dar cabida a todos y perpetuar una actividad que es, sin duda artística, pero también técnica. Bien remunerada para unos e insuficiente para muchos. Mal distribuida y peor retribuida comparativamente con el nivel de esas mismas multinacionales en otros paises de nuestro entorno.
España puede ocupar un papel predominante en el creciente mundo del doblaje en habla hispana. Hay mucho trabajo y todo indica que seguirá creciendo exponencialmente. Es solo una cuestión de sentar las bases y el marco de actuación adecuados.