Más de uno se llevará las manos a la cabeza y pensará "¿Es realmente Luis Carrillo un gran genio del doblaje?". Mi respuesta a tal pregunta ha sido y será siempre: SÍ. Lo es. Y con LETRAS MAYíšSCULAS. ¿Qué es para mí ser un genio del doblaje? Para el que suscribe esta líneas, tal calificativo lo merece, independientemente de en qué época haya doblado, todo aquel que con su timbre de voz y su manera de interpretar me sepa transmitir sensaciones y me haga sentir, todo aquel que con su voz se "apodere" de los actores a quienes presta su voz, hasta el punto de traspasar la pantalla y colarse en mi hogar.
Y Luis Martín Carrillo reune todas esas características. Para su desgracia y la del espectador, no ha tenido la fortuna de haber gozado de una asignación contemporánea fija, una de esas que permite al público decir "mira, ésta es al voz de Fulanito". Pudo ser la voz de Michael Caine, a quien dobló magníficamente en tres ocasiones, pero acabó perdiéndole en beneficio de otro monstruo del doblaje, Rogelio Hernández. Y eso que durante muchos años, fue fijo en los probablemente mejores estudios de Madrid, Sevilla Films-Sincronía, por lo que pudo gozar sino de asignaciones contemporáneas fijas (éstas, desde siempre, han ido a parar en un 90% a Barcelona), sí por lo menos de una asignación clásica por la que se le recordará siempre. Porque afortunadamente, Carrillo sí logró esa SIMBIOSIS que todo actor de doblaje ansía pero que pocos consiguen y lo hizo nada más y nada menos con un actor considerado como el mejor actor de su época. Me refiero por supuesto a Spencer Tracy, ese actorazo que hacía que lo difícil pareciera "coser y cantar". Y eso mismo supo transmitir Carrillo. Parecía que no se esforzaba. Porque si Tracy hubiera hablado en español, lo habría hecho con la voz de Luis. El parecido de voz, tanto en timbre como en intenciones, era asombroso. Y su misión no era precisamente fácil, ya que tuvo que luchar con el recuerdo del maestro de maestros, José María Ovies, cuyos doblajes de Tracy, estaban en lo más alto del "olimpo doblajístico", si me permitís la expresión. Pero a pesar de la diferencia generacional y de que cuando Carrillo empezó a doblarle en 1971, Tracy ya llevaba muerto 4 años, Luis consiguió lo impensable, consiguió "calcar" al monstruo americano de tal forma que parecía que hubiera realizado un viaje en el tiempo y estuviera delante de los atriles en plenos años 40. Él, lo mismo que la inigualable Celia Honrubia con Katharine Hepburn-Greta Garbo y Rita Hayworth y el mítico José Luis Sansalvador con Bogart, consiguió que la nefasta palabra "redoblaje" tuviera un pequeño lado positivo.
¿Qué tiene pues la voz de Carrillo? Su voz es para mí una de esas privilegiadas, de ésas que se distinguen de las demás con sólo decir un "sí" o un "no". Un timbre de voz que no pasa desapercibido, que llama la atención del espectador, que traspasa la pantalla, como decíamos al principio. Recuerdo que aún hoy tengo grabada en la memoria su narración inicial y su doblaje de Lionel Stander en la serie Hart y Hart. Aunque por edad, nunca pude disfrutar del doblaje original de esa serie, sólo con oírlo "de pasada" se me quedó asociada su voz a la cara del actor de carácter americano. Y he aquí una palabra que define a Carrillo no sólo como voz sino como actor: porque aparte de su voz poderosa es un actor de carácter, capaz de intimidar (ahí está su "enfurecido" doblaje Tracy en Furia o de Peter O'Toole en el redoblaje de El león en invierno), de convencer (véase su monólogo final doblando al citado Tracy esta vez en El estado de la Unión, memorable).
Pero aunque Carrillo se movía con facilidad pasmosa dentro del drama, la comedia no tuvo tampoco secretos para él. Para muestra, un botón y en su caso, más de uno. Estuvo a la altura de José Sanchís como Chico Marx en los redoblajes de los hermanos Marx realizados para TVE en 1969. Genial. ¿Y qué me decís de sus doblajes de Peter Sellers? En particular, el mítico de Un cadáver a los postres, donde borda el acento "oliental", suavizando además sus registros y su tono de voz.
Porque Luis Carrillo no sólo se "apoderaba" de los actores, sino también de los personajes, ya que como imitador también ha sido grande. Tal es así que se acabó adaptando a tantos y tantos actores que en un principio no parecían tener nada en común. Pocos son los papeles en los que se pueda decir "Qué horror, su voz no le pega nada", cosa que sí sucede con algunos de sus más ilustres compañeros.
Le recuerdo con el mismo agrado y convicción doblando a Truffaut en La noche americana, a Christopher Plummer en El pájaro espino (soberbio), a Robert Loggia en Big, a Steve McQueen en El coloso en llamas, a Fred Astaire en Desde aquel beso o al citado Michael Caine, con el cual logra una simbiosis que mereció continuidad: sus trabajos en Educando a Rita, en California Suite pero sobre todo en El hombre que pudo reinar son de "chapeau". Incluso fue el único que, a mi entender, supo tomar el relevo de Colombo, con la personalidad suficiente de no imitar a Nieto sino de imitar al teniente dándole a su vez un toque personal.
Incluso si los papeles eran pequeños ahí estaba él dándole su toque particular. ¿Recordáis en Cayo Largo al matón que se ríe constantemente de manera "absurda" ? ¿Y el Peter Lorre de El halcón maltés? Nervioso, frágil, "poca cosa". ¿No está en las antípodas del carácter visceral de Tracy? ¿Y no son las mismas cuerdas vocales las que conectan estas interpretaciones? ¿No son estas las características de un grande entre los grandes?
Por mi parte no puedo por menos que lamentar que últimamente no se prodigue en demasía y más en un momento en que el desolador panorama más le necesitaría.
Pero por encima de todo, hay que agradecerle a Luis Carrillo la calidad de sus trabajos, su talento y su carisma, porque él me ha hecho difrutar de muchas películas y series con su simple presencia. Espero no haber sido el único...
_________________ montalvo
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