LA GRAN NOCHE DEL DOBLAJE
LA VERDADERA HISTORIA DE LOS ATRILES DE ORO Cuando me inicié en el doblaje, yo todavía estaba en activo en la radio, y fue precisamente gracias a Carlos Nogueras, una persona, una buena persona a la que no se le ha hecho (como a tantas otras) justicia. Hasta este momento he permanecido en silencio sobre el tema de los Atriles de Oro, pero en vista de todo lo que está apareciendo en este y otros medios, voy a intentar de una vez por todas poner los puntos sobre las íes y situar a cada uno, en el lugar que le corresponde, ni más ni menos. Para quienes llevan más de treinta años metidos en el mundo de prestar voces, no hacen falta aclaraciones porque desgraciada o afortunadamente, aquí nos conocemos todos y todos sabemos de que pie cojea el vecino, al igual que el vecino conoce bien del pie que cojeamos nosotros. Por lo tanto, todo cuanto sigue a continuación, espero que de ahora en adelante, sirva para orientar e informar a quien hace poco tiempo se incorporaron a la profesión, con el deseo de que no se dejen impresionar e influenciar por falsos cantos de sirena y lágrimas gratuitas. En los años, lejanos ya, en los que yo me asomé al mundo del doblaje, era costumbre que al llegar la fecha de San Juan Bosco, patrón de la cinematografía, cada estudio y con independencia, montara su mal llamada “comida de hermandad”. Sin lugar a dudas esto creaba situaciones embarazosas, todos trabajábamos en todos los estudios, y llegado el momento aparecía el dilema comprometedor. Si me voy con uno quedo mal con el otro y si me voy con el otro quedo mal con el uno. Entonces pensé que sería interesante encontrar una fórmula que sirviera de pretexto para reunir de una manera cordial y amable a un colectivo que por su profesionalidad y oficio merecía un reconocimiento que premiara sus cualidades artísticas. Así fue como parí los Atriles de Oro. Justamente un año y pico antes que los Goya. Lo primero que hice fue diseñar el trofeo y la medalla conmemorativa y al tiempo registrar el modelo industrial. Fue a partir de ese momento, que expuse el proyecto y la idea a un grupo de compañeros, que acogieron con entusiasmo el nacimiento de los Atriles. Naturalmente como suele suceder en este santo país “esto” ya se les había ocurrido a muchos de ellos hacía tiempo. ¡faltaría más!. La incógnita era escoger el lugar donde celebrar la gala. Consideré que el más idóneo era en aquel tiempo Scala Barcelona, local emblemático en los años 80. Rápidamente me puse en contacto con los hermanos Riba propietarios de la Sala y tras muchos tiras y aflojas, logré convencerles de que el evento sería un éxito, como así resultó, para sorpresa de escépticos y detractores, que como no, también los había. A través de mi amigo Carlos Nogueras q.e.p.d. conseguí que Agfa, aceptara el patrocinio de los trofeos. Trofeos que fueron realizados en los talleres de Insignias Pujol, con quienes me unía una gran amistad ya que ellos fueron durante quince años quienes confeccionaron los premios Olés de la Cancíon , uno de mis programas radiofónicos que tenía como colofón un festival monstruo que conseguía reunir más de veinte figuras nacionales e internacionales. En aquel tiempo y por razones profesionales me unía un gran nexo amistoso con dirigentes del Corte Inglés como por ejemplo los señores Meyniel y Salamanca y el relaciones públicas señor Jordi Pintó. Les sugerí la posibilidad de exponer los Atriles de Oro en uno de sus escaparates de Plaza Cataluña, los tres pusieron el grito en el cielo. Pero no me rendí y seguí insistiendo. Ellos decían que en el de Diagonal sí pero que en el de Pza. Cataluña ni hablar. No me di por vencido y al final me salí con la mía consiguiendo que los Atriles junto a las fotografías e historial de los premiados, lucieran majestuosamente donde yo consideraba que debían lucir. Pero ahí no terminó mi osadía. Pedí también que el equipo de escaparatistas del Corte construyera una reproducción del trofeo de unos cinco metros de altura para que al final de la ceremonia descendiera desde un “porta” camuflado en el techo de la Scala envuelto en una cortina de humo ambiental y con la música de Lo que el viento se llevó. El efecto fue verdaderamente espectacular y también hubo (como no) uno de los miembros de la comisión que aseguró sin el menor reparo que “eso” también se le había ocurrido a el. Contacté con la firma de cosméticos Margaret Astor para que a cambio de publicidad en mi programa de radio colaborara en la gala. Centenares de sus productos fueron entregados al público a la entrada de la Scala. Se confeccionaron unos dossiers informativos para hacerlos llegar a los distintos medios. No debo omitir los nombres de quienes formaron parte del equipo colaborador. En primer lugar el Sr. Camilo García se encargó eficaz y apasionadamente de contactar con las distribuidoras para conseguir los pertinentes cortes de las películas que debían proyectarse durante la ceremonia. Así mismo me facilitó los textos perfectamente redactados y documentados para que me ayudaran en el momento de las presentaciones. Y él también seleccionó y editó las bandas musicales con una entrega absoluta y merecedora de todo elogio. Los Sres. Dionisio Macías y Antonio Lara cubrieron eficientemente sus distintos cometidos, y el Sr. Pepe Mediavilla fue el responsable de la gestión administrativa. Se encargo del cobro de tiquets y distribución de las mesas, gracias a un plano que celosamente llevaba guardado en su carpeta. Todo por supuesto con su más que acreditada honradez. A los cuatro, mi gratitud y al mismo tiempo como bien dice el Sr. Mediavilla en uno de de sus muchos correos, el deseo de colocar a cada uno en su sitio, sin quitar mérito a sus cometidos. Las dos primeras Gala de los Atriles se desarrollaron con toda normalidad, ya que se premiaba la gran labor de extraordinarias actrices y actores, que pasaran con todo merecimiento a la Edad de Oro del Doblaje. Pero la tercera…… Sí, fue a partir de la tercera edición que empezaron los problemas. La envidia y las rencillas son malas consejeras. Los premios debían concederse por nominación. Uno de los nominados era el Sr. Antonio de Vicente q.e.p.d. Entonces un miembro de la comisión se sintió ofendido. Se cabreó, pataleó y arguyó impunemente que él merecía el premio y no el Sr. De Vicente, de tal manera que sin saber como consiguió que se lo otorgaran- Un triste y bochornoso ejemplo capaz de avergonzar al más pintado, sí el más pintado – por supuesto- tuviera vergüenza. Apunto el dato que en esta Gala, impuse como condición sine qua non que mi nombre no figurara entre los nominados, a pesar de que en aquel momento estaba doblando a uno de los protagonistas de la serie Canción Triste de Hill Street. A partir de ese instante, temí que lo que había creado con tanta ilusión y esfuerzo, acabara convirtiéndose en una simple cena de amiguetes, y que terminara diluyéndose como todo lo que no tiene un afán de mejora y superación. Me planteé por tanto la aventura de que los Atriles, consiguieran una autentica proyección nacional y no solo local, y a medio plazo, incluso internacional. Pensé en beneficio del colectivo, que cuanto más importante fuera el premio, más importancia tendría quien lo recibiera. Naturalmente muchos de los que se autoproclamaban compañeros del alma ¡compañeros!, me dieron la espalda encerrándose en su catacumba provinciana, acaudillados entre otros, por el Sr. Manolo García. Yo pensaba en la profesión. Ellos en la “posesión”. Conecté con Scala Madrid, Hablé con el entonces Director General de Cinematografía, Sr. Méndez Leite y obtuve luz verde de la Once para seguir adelante con el proyecto. Quede bien sentado que cuando me impliqué y comprometí en el mismo, sabía que el reto era difícil, pero quienes han seguido mi trayectoria profesional a lo largo de tantos años, conocen perfectamente mi talante, porqué como deje anotado al principio, aquí señores, nos conocemos todos, y ya no son necesarias las historias de serial radiofónico a la antigua usanza, ni cuelan los argumentos con resonancia a cuento chino. No me gustaría terminar este comentario – aclaratorio para unos y más claro para otros - sin decirles a quienes creyeron y confiaron en la Gran Noche del Doblaje y los verdaderos Atriles de Oro, que esta es una idea a la que todavía no he dado carpetazo De esta manera, y no de otra, aún sigo conservando la maravillosa ilusión de convertir como bien dice el Sr. Mediavilla, Los Atriles, en los Goya del Doblaje, que en realidad, para eso nacieron y para eso los creé. A quienes hayan tenido la paciencia y buena voluntad de echarle un vistazo a lo expuesto sacando conclusiones ¡muchas gracias! Y recomendarles que tampoco se dejen influir demasiado por lo que cuento, porque al final y echando mano de un viejo refrán castellano, he llegado a la siguiente deducción : “ Bienaventurados sean nuestros imitadores, ya que de ellos serán nuestros defectos”. Y al Sr. Mediavilla le voy a contar un pequeño secreto. Yo jamás trabajé como un burro, entre otras cosas, porque desde muy joven descubrí – y de ello me alegro- que trabajando como un burro, se suda mucho pero se piensa poco. Cordialmente Pepe Antequera
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