Hola a todos. Cometí el error de prometer a mi sobrina de nueve años que la llevaría a ver "El bebé jefazo"... cuando pensaba que la voz titular sería la de Salvador Aldeguer, tal como en el tráiler que hasta no hace mucho circulaba por los cines. Fue esta página la que me alertó del cambio, y ya no hubo forma de volver atrás.
Antes de nada, y como siempre, casos como este demuestran la desconexión que hay entre dos tipos de público: aquel que está familiarizado con las voces de doblaje y al que, por tanto, la asignación de un papel importante (normalmente, de animación) a actores conocidos pero ajenos a esta labor específica, le fastidia considerablemente; y el resto, al que por lo común le da igual (no digamos entre el público "natural" de películas como las que nos ocupa: mi sobrinita, claro, me miró como se mira a un pobre tonto cuando traté de convencerla para ver otra cosa con el "razonado" argumento del doblaje). Este "resto" es, por supuesto, el mayoritario, de hecho, el inmensamente mayoritario. La cuestión es: ¿en serio influye mucho al hipotético espectador de "El bebé jefazo" el nombre de Jose Coronado en los carteles? Yo creo, sinceramente, que no (nueva prueba: mi sobrinita; vale, ya sé que no es muy científico, pero creo que sirve como muestra significativa

). Por lo tanto, ¿por qué los distribuidores se empeñan en irritar a una parte del público que, por minoritaria que sea, también compra entradas? Seguramente porque nos miran como a freaks, pobres diablos, ínfima parte de posibles pérdidas, etc...
Dicho esto: claro, se nota a Jose Coronado como pez fuera del agua, a lo que hay que añadir que estamos hablando de un actor muy sobrio al que se confía un papel que tiene, constantemente, que cambiar de registro y expresarse de un modo al que él no está acostumbrado. Ahora bien, hay que reconocer que se esfuerza y que no es la peor voz "invitada" que ha pasado por el doblaje de animación español. Por otra parte, él me parece un buen actor que hace años que, con la experiencia y el acierto en el registro en que mejor se desenvuelve, nos ha dado más de una magnífica interpretación. No basta para confiarle un papel de animación, eso sí, pero por lo menos no hablamos de una asignación a alguien conyunturalmente de moda, cual un DANI MARTÍN o una PATRICIA CONDE.
Eso sí, suponiendo que se hubiera dado carta blanca al director de doblaje, creo que no hay color entre SALVADOR ALDEGUER (un actor con experiencia en la animación y un registro que le permite llegar a la diversidad de inflexiones que necesita un personaje de ese estilo) y JORDI BOIXADERAS (de acuerdo: voz de machote, voz viril, voz recia, voz sonora... y en mi opinión carente de cualquier registro, clásico actor que aprovecha la gravedad de un timbre y el dominio de la técnica de la impostación).
Por último, lo peor del doblaje de "El bebé jefazo" no es Coronado, ni mucho menos, es la voz del pequeño coprotagonista, el hermano mayor, que según los créditos finales es la de un actor llamado JADEN MONTES, que en la base de datos solo acredita otro trabajo ("Carlitos y Snoopy: la película de Peanuts") y que carece no de los registros (hablo de un actor casi sin experiencia: es absurdo pedírselos) sino de las inflexiones y las capacidades interpretativas que exige un papel de tanta extensión. Hace mucho que se ha impuesto en la profesión que los niños deben ser doblados por niños. Se gana en naturalidad, dicen algunos, pero olvidamos que a los niños actores hay que exigirles también una capacidad, un talento, vamos. Por supuesto que hay y ha habido excepciones (en tiempos clásicos: Marta Angelat cuando comenzó, por ejemplo, y en tiempos recientes: el Klaus Stroing de "Buscando a Nemo"). Pero yo sigo echando de menos los doblajes de niños hechos por adultos (Mari Pe Castro, Selica Torcal, Maria Dolores Gispert, Julia Gallego...), que nunca fallaban y, al menos a mí, no me parecían anti-naturales.
Para rematar el trío de "modernidades" más nefastas del doblaje coetáneo, solo faltaba que algún personaje hubiera tenido una voz extranjera o rara, y se hubiera llamado al actor extranjero de turno, para distanciar todavía más con las imágenes. Hubo un tiempo en que la máxima de un buen doblaje era esa: crear la máxima simbiosis entre imagen y voces.